A 45 años de junio y julio de 1975
Luego de alabar por enésima vez a su nueva estrella, Clarín se pregunta si las ganancias extraordinarias acumuladas por Marcos Galperín, ceo de Mercado Libre son “fruto de una burbuja o si en realidad corresponden a un potencial de desarrollo” (7/7/20). La pregunta se formula, además, luego de un repaso por la biografía del protagonista recordando sus estudios junto a los financistas más reconocidos de Londres. No a modo de respuesta, pero sí de reflexión, cabe cuestionarse por qué mientras las acciones de su empresa han crecido exponencialmente en los últimos cien días, Galperín sigue posicionándose contra la aplicación de la cuarentena y reafirma cada vez que puede que la política sanitaria a seguir es la Lacalle Pou en Uruguay quien sólo por accidentes circunstanciales no transformó a su país en otro Brasil. En fin, aún cybernetico, el mercado requiere de la manufactura cuyo eslabón crucial es la explotación presencial de los obreros en fábricas y talleres. Incluso Mercado Libre necesita reventar la cuarentena. Sin explotación, no hay “desarrollo” (del que habla Clarín) sino una burbuja tan débil como las de agua y detergente.
De 1824 a nuestros días, el mercado argentino se encuentra supeditado a los dictámenes del capital internacional no por leyes de la naturaleza sino por decisión de las propias clases dirigentes del país. Ahorcado por la presión del capital financiero internacional, el ministro Celestino Rodrigo lanzó en junio del 75 un paquete de ataque directo a las condiciones de vida de la clase obrera haciendo estallar como nunca en la historia nacional las relaciones sociales de producción. Las más de tres décadas de resistencia popular, el cordobazo, la huelga general del frigorífico Lisandro de La Torre e incluso las fuerzas motoras que gestaron el 17 de octubre del 45 se patentizaron en dos meses de levantamientos populares, ocupaciones de fábricas, movilizaciones, barricadas y hasta la amenaza de ingresar a la Rosada si Lope Rega no renunciaba. No es casualidad que la historiografía revisionista haga esfuerzos descomunales por borrar de las bibliotecas la huelga general de junio y julio de 1975 siendo que hasta los mismos obreros peronistas se vieron empujados a tomar las riendas de la política por su cuenta.
Julio del 75 puso por primera vez ante los ojos de los obreros argentinos el problema del poder porque el gobierno empujaba a las masas a la miseria. “Por un gobierno de la CGT” reclamaba el periódico Politica Obrera que en su misma tapa comenta haber agotado su stock en menos de 72 horas. A esta posición, a diferencia de lo que un desprevenido puede entender como el llamado a una cúpula sindical a gobernar, se agrega: “el primer punto es que los cuerpos de delegados sindicales se transformen en el estado mayor de cada zona, mediante comités de huelgas interfabriles, cuya primera tarea es organizar la ocupación de todas las empresas. La organización directa de las masas en combate, superando las divisiones de oficio y profesionales, es la primera condición de la organización obrera en el momento actual (4/7/75)”. La gesta popular desbordaba a cualquier dirección sindical burocrática y se transformaba en la organización autónoma del proletariado deliberando ya no sólo paritarias y condiciones laborales sino la expulsión inmediata del gobierno.
La rebelión se apoyaba en la coordinación que se desarrollaba entre fábricas de todas las zonas del país y, sobre todo, en el instrumento de la huelga general como método de acción política de masas. A partir de esta combinación existen quienes han analizado desde puntos de vista diferenciados a las coordinadoras que se gestaron en el proceso y el método de la huelga general aduciendo que las primeras representan el surgimiento de la democracia obrera mientras que la huelga es apenas una expresión más de la lucha. Falso. Fue el método de la huelga impuesto ya desde junio el que colocó en los meses siguientes al proletariado como dueño de la situación y generó las condiciones para las coordinadoras. Decía también Polìtica Obrera en la misma edición nombrada: “la huelga demuestra que el proletariado es el único que tiene apoyo de masas para gobernar democráticamente”.
Ahora bien, si Política Obrera agitaba a los obreros a hacerse cargo del poder político mediante la CGT, existieron otras corrientes que, al contrario, agitaban a las centrales a tomar el poder... contra la clase obrera. Aunque casi en todo el mes de Junio el PST no imprimió su periódico (lo que le permitía vacilar de una posición a otra sin inconvenientes) el 30 de junio del 75 imprimió una edición especial en la que sumándose a la ola masiva de repudios a Lope Rega exige finalmente su renuncia aunque con el detalle de aclarar que ello “puede conectarse con el nombramiento de un senador obrero para el cargo de la presidencia del senado (Avanzada, 30/7/75). Esto sin contar que un párrafo antes nos aclaran con alegría que “el bloque sindical de la CGT en la cámara de senadores y diputados, apoyados por el Frejuli, la UCR y todos los presentes partidarios apoyan nuestra lucha”. Deberíamos leer con pudor estas líneas pensando que fueron escritas meses antes del golpe de Videla, Massera y Agosti. Como se ve, el PST hizo las veces durante la huelga general de agitador entre las masas de una salida parlamentaria colándose entre la crisis política del parlamento no para agitar a las masas en la lucha por el poder sino en busca de un recambio ministerial. Se sumaba así a la posición del capital internacional que veía en el exilio de Lope Rega junto a la homologación de los convenios colectivos en disputa el lastre necesario para desmovilizar al proletariado.
Obviamente, el PST festejó el final de la huelga. Política Obrera, en cambio, denunció que la CGT la traicionó. Los convenios habían sido homologados, sí, “pero al precio de levantar el paro de 48 horas y la huelga en general (…) Esto sólo puede ser una victoria para quienes estaban interesados en la lucha obrera en la medida en que ésta debilitaba a la camarilla gobernante y de este modo se abría la posibilidad de armar un recambio burgués (17/7/1975)”. La UCR y gran parte de las alas de la juventud peronista cerraban por arriba una de las intervenciones más agudas en la historia de nuestro proletariado. La huelga general implicaba ella misma el reconocimiento de los obreros como los creadores de la riqueza nacional y por ende ponía a la orden del día el problema de la organización revolucionaria en la lucha por el poder. La desmovilización política de las masas no podía de ninguna manera ser considerada una victoria. Prensa Obrera, sucesor durante tres décadas de Política Obrera había coincidido siempre en este análisis. En el año 2005, uno de los actuales editores del periódico escribía una nota titulada La autoconvocatoria más grande de la historia nacional en la que leemos con claridad que “la huelga general de junio-julio de 1975 derrotó al rodrigazo (…) pero no fue un triunfo, porque la situación reclamaba un cambio de régimen político y social (9/7/2015)”. Sin embargo, a raíz del 45 aniversario de la huelga, el mismo periódico ha publicado un artículo en el que no sólo no se hace la menor referencia a esta posición política sino que se afirma “la clase capitalista logró imponer cierto retroceso en las condiciones de vida de les trabajadores, pero lejos estaban de propinarle la derrota (A 45 años, 27/6/20)”.
Prensa Obrera no aclara sí ha modificado su posición. Si es así, debería hacerlo. Por caso, no sería extraño el viraje hacia la posición del PST en 1975. En definitiva, Prensa Obrera y La Izquierda Diario (quizá uno de los herederos más directos del PST) hace varios años comparten todas y cada una de sus posiciones políticas. Durante el 2018, por ejemplo, ambos periódicos se opusieron fervientemente a desarrollar entre las masas una campaña por la huelga general aduciendo que los obreros atravesaban una etapa de reflujo, esto como si la historia de la clase obrera pudiese ser dividida en etapas de semanas y meses e incluso en el año en que un millón de personas rodeaban el congreso nacional en reclamo de derechos para las mujeres obreras. La lucha por el llamado a la huelga general fue en el Partido Obrero el primer paso decisivo entre sus bases para la conformación de la oposición de izquierda.
Siendo 7 de julio, los casos de coronavirus crecen exponencialmente en todo el continente. En nuestro país, por caso, la cuarentena que funciona como un resorte ante el vaciamiento sanitario no se ha aplicado en los grandes centros industriales mientras que en las grandes fábricas esenciales han fracasado los protocolos de bajo costo desarrollados por las patronales. El caso de FelFort es testigo, donde desde el primer día se han pedido medidas de protección y hoy los casos crecen masivamente entre los obreros. Fue, por su cuenta, el contagio entre las fábricas del Norte italiano lo que empujo a los obreros al reclamo de una cuarentena estricta y la coloco como agenda política en todo el resto del planeta. Su método fue la huelga general que según varios estudios se replicó a lo largo de abril en cientos de miles de fábricas de Europa, primero, Estados Unidos, México y Asia después. Por su parte, la pandemia ha llegado no para poner en crisis al capital que ya agonizaba, sino por apuntalar todas las tendencias profundas a su disgregación que ya habían gestado rebeliones, bancarrotas y revoluciones en todo el mundo, sobre todo en nuestro continente. El argentinazo del 2001 es en definitiva la imposición desde abajo de la huelga general que derrotó otra vez al régimen del FMI.
Si seguimos la política del ministro Guzmán, entonces debemos decir que en los próximos días asistiremos a una de las mayores entregas históricas de nuestra soberanía al capital internacional, pagando un monto irrisorio de deuda externa en el contexto de catastrofe sanitaria. Según se anuncia, el FMI pasará a digitar todas las tablas de contaduría de la nación. Los nac&pop subsumirán a la Argentina a un régimen colonial nunca antes visto, incluso mayor al que gestó la revolución del parque de julio de 1890. Es evidente que se desarrollan las condiciones objetivas que empujarán a un enfrentamiento inédito entre las clases sociales del país por la orientación del salvataje de la crisis. La experiencia nacional nos remarca que la huelga general hará las veces de puntapié para la conquista del poder político del proletariado. Es imperioso que la vanguardia estudie en detalle las orientaciones que en el pasado la empujaron a la derrota.
Maximiliano Laplagne
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