Al empezar la cuarentena, varios creían que la izquierda corría con el gravísimo problema de tener una política errada y quedar marginalizada de la lucha política que se desarrolla en el país. Al contrario, intentaré demostrar que la izquierda se ha fortalecido en los últimos meses y ello se debe, justamente, a los aciertos políticos alrededor de los debates que se abrían acerca de la aplicación de la cuarentena. Obviamente, no es el caso de toda la izquierda. En particular, el PTS y la tendencia de Néstor Pitrola al interior del PO no sólo han sido cómplices de sus vaivenes oportunistas al intentar adaptarse a cualquier línea política que le de lugar mediático sino que se leyeron en sus periódicos orientaciones contrarias no sólo al marxismo sino a los intereses de la clase obrera en general. Si la izquierda pudo hacerse lugar durante la cuarentena fue, sin duda, bajo la orientación de Política Obrera que coincidió con el correr de los días con la orientación de la gran masa del pueblo argentino.
Let`s go. Es 19 de marzo del año 2020 y aunque en los diarios y la TV se habla de la expansión de casos de COVID en Buenos Aires, no existe ningún mensaje político por parte del Estado. No se habla de qué medidas deberían ser aplicadas, de qué cuidados deberían tomarse. Los trenes funcionan, las fábricas no paran y hasta se convoca, en el turno mañana, a clases en las escuelas. La asistencia en varios establecimientos es de casi el 10% no sólo de estudiantes sino también de docentes que rechazan ir a trabajar en estas condiciones. Son las 13 horas, arranca el turno tarde y los inspectores llaman a los directores informando la suspensión de las clases porque hasta los propios directivos llamaban por su cuenta a quedarse en casa. En varias fábricas pasa lo mismo, los obreros llegan a la puerta y preguntan si no se pueden contagiar. Bajo el desconcierto, varios vuelven a casa.
Antes de que se declare oficialmente, desde abajo se empezaba a imponer la cuarentena. No era un método inventado sino que había sido el método efectivo para bajar la curva de contagios en China y Corea del Sur. Hacía dos días Chubut, Chaco y Tierra del Fuego habían aplicado sus primeras cuarentenas.
El mismo día 19 por la mañana había sido publicada la edición impresa de Prensa Obrera con editorial a cargo de Néstor Pitrola. En una narrativa exaltada, el ex diputado nacional relata lo profundo de la crisis internacional que se agudizará como consecuencia de la pandemia que, ella misma "resta la fuerza productiva de los trabajadores que son puestos en cuarentena". Nos cuenta, además, que en todo el mundo se empiezan a discutir nacionalizaciones capitalistas por parte de los estados, cuestión que lo lleva a remarcar la importancia crucial de... ¿organizar la cuarentena entre las masas? No; de que los diputados se reúnan a discutir la crisis. "Rechazamos la suspensión de actividades del congreso y las legislaturas - reza el editorial - porque así se explota la crisis para instaurar de facto un régimen de poder personal".
Se hace de noche y la incertidumbre crece. Finalmente, luego de horas de demora, Alberto Fernández informa por cadena nacional que se aplicará la cuarentena estricta durante dos semanas. Dijo que le parecía correcto que se suspendieran las clases en las universidades porque los adultos son más propensos a enfermarse por lo que le parecía ridículo cerrar las escuelas. Dejó en claro, también, que haría lo posible para que haya futbol.
Se impone la cuarentena en todo el país. La Nación y Clarín le regalan la tapa de su edición en papel a la publicidad amarilla de Mercado Libre. Marcos Galperín tuitea que te quedes en casa. Mientras tanto, cruzando la cordillera, las movilizaciones populares no cesan desde octubre y el régimen pinochetista de Piñera empieza a desangrar. Los casos de COVID crecen exponencialmente. No se dicta allí la cuarentena, pero sí el estado de sitio. Chile entra en estado de excepción y los militares ocupan las calles no para la asistencia social sino para la explícita represión del pueblo movilizado.
Envalentonada, La Nación titula el 22 de marzo que seguramente "extenderán la cuarentena y no se descarta aplicar el estado de sitio". El diario de los Mitre mete el dedo en la llaga dos días antes del 24 y empiezan los debates al respecto. Mientras todos los diarios de izquierda exigen al Estado una mayor intervención para frenar la propagación del COVID, también denuncian que la asistencia social se haga mediante soldados, los cuales, según Clarín, cobran salarios de alrededor de veinte mil pesos mensuales. "¿Para qué entran las fuerzas armadas en escena?" se pregunta el editorial de Prensa Obrera cuatro días después, el 26. La respuesta de Pitrola es la siguiente: "la entrada de las fuerzas armadas en el operativo sanitario del coronavirus tiene por objetivo último el despliegue militar y, a su turno, un estado de sitio, declarado o no". "Más claro echale agua; - dice a continuación - la fabricación de alcohol en gel o de barbijo y camisolines, son un puente, un entre, para colocar a las Fuerzas Armadas en el escenario de la lucha contra el coronavirus". Si avanzamos unas páginas nos encontramos con otra nota crítica ahora no de las fuerzas militares sino de la Policía. Con la firma de Juan Pablo Rodriguez el periódico protesta porque "el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires ha tomado la medida de cerrar casi todos los accesos y sólo dejar doce vías de ingreso, donde han montado duros controles de ingreso a la Capital ¿A qué se debe esta actitud - se pregunta JP - y las fuertes restricciones del ingreso a la Ciudad?". En la misma página Guillermo Kane resume los puntos más importantes de la jornada de lucha del 24 de marzo en la cual "un tema recurrente fue la inquietud frente a la militarización que implica la cuarentena y cómo enfrentamos la manipulación represiva de la pandemia que el Estado emprende".
Desde el día cero, Prensa Obrera hizo del eje de sus intervenciones el ataque abstracto a las fuerzas armadas. Esa posición lo llevó por antonomasia a denunciar la cuarentena como método de represión estatal. Es lo que se interpreta de lo que acabamos de leer.
Pero distinta fue, por ejemplo, la posición de Política Obrera al respecto. A mi entender encontramos aquí la primera teorización política de la coacción política que imponía el cumplimiento de la cuarentena. Quizá, la primera en la historia del marxismo, al menos, latinoamericano. Leemos en un texto publicado el 3 de abril que "la pandemia reclama una disciplina social excepcional, que no se presenta en circunstancias normales. Los activistas y los luchadores debemos lidiar con el fenómeno de la necesidad de la coerción, por un lado, y el carácter de clase de las instituciones encargadas de aplicarlas, por el otro, incluidos sus métodos prepotentes y sus arrestos arbitrarios – cuya legalidad continúa en manos del poder judicial. Un caso clásico de dialéctica, que consiste en pensar la realidad como un todo, interrelacionada en forma contradictoria, sin dejar de ser por eso una sola". En relación al Estado, dice Política Obrera: "Debemos exigirles, no que anulen la coerción estatal, sino que la apliquen en forma consecuente". Como se ve, se trata de dos posiciones opuestas por el vértice. De un lado se ataca la cuarentena, del otro al Estado capitalista que no puede cumplir ni sus propias medidas al abrir fábricas, bancos y exportaciones.
Pero, además, Política Obrera realiza un análisis político alrededor de la supuesta aplicación del estado de sitio. En vez de dejarse llevar por el impresionismo de La Nación, Política Obrera llama a pensar los mensajes mediáticos en relación al desarrollo de la lucha de clases: "para que la coerción estatal en la aplicación de la cuarentena sea la ocasión de un cambio de régimen político en sentido autoritario, no basta con ver soldados en la calle; esa posibilidad depende del carácter de la situación política y de la etapa política, tomadas en su conjunto. No depende de que el ejército salga de los cuarteles o la gendarmería vaya a los barrios (de nuevo). No están reunidas las condiciones para un cambio de régimen o un golpe de estado. Las masas no se encuentran en reflujo sino en una deliberación política que crece".
Como se ve, ambas tendencias del PO tuvieron desde el vamos posiciones contrapuestas. En el afán de delimitarse del gobierno, Prensa Obrera coincidió durante varios días con la orientación de La Nación agitando la "concentración personal del poder" de Alberto Fernández y agitando sin criterios científicos la posibilidad de un estado de sitio. Veían en la cuarentena un régimen de excepción.
Por su parte, Prensa Obrera rechazó el trabajo histórico de los obreros revolucionarios que buscaron en diferentes momentos ganar a los soldados a sus causas. Pitrola y Juan Pablo Rodriguez llamaban a oponernos rotundamente a los soldados que hacen asistencia social en los barrios. No fue esa, otra vez, la posición de Política Obrera según la cual "la agitación en los barrios y villas debe contemplar la agitación revolucionaria sobre las tropas atrayendo a los soldados al campo del proletariado". En vez de rechazar la entrega de alcohol en gel, utilizamos ese momento para ganar soldados a nuestra causa.
Todo esto a lo que hago referencia sucedió en el plano de la práctica política cotidiana pero en el plano teórico la cosa se pone aún peor por parte de los miembros del FITU. En este caso haremos referencia a la revista Ideas de Izquierda que hizo las veces de pensador de estas posiciones políticas que también se repitieron en La Izquierda Diario.
El 22 de marzo, inmediatamente después a la aplicación de la cuarentena, Horacio Lasalle escribió para Ideas, un texto sobre la cuarentena según el cual "los ejemplos que han tenido éxito en esta tarea muestran que el aislamiento masivo implica un confinamiento extremo de la población que no lleva a los resultados esperados y por el contrario refuerza el poder punitivo y coercitivo del Estado". Según esta teoría, la cuarentena no era un instrumento sanitario sino policial. En la misma revista, una semana después, Juan del Maso publicó un artículo que deberá quedar en los anales de la historia. "¿Estamos en guerra?" se pregunta en el título haciendo referencia "al aumento de los mecanismos autoritarios del poder" de las últimas semanas. Según este texto, la política que desarrollaba el gobierno nacional respondía a los criterios gramsciano de "dictadura + hegemonía" dónde ya no sólo el Estado utiliza los recursos policiales y armados para reprimir sino que le suma la creación de ideas entre las clases medias intentando ganar "consenso entre la opinión pública". "Una masa –compuesta especialmente por los sectores medios y altos de la sociedad y convenientemente cebada por la mayoría de los “periodistas”– se alinea con su política y empieza a jugar un rol de policía en el sentido amplio señalado en su momento por Gramsci". Para Del Maso, el gobierno iba por el estado de sitio pero peor aún, ¡por un régimen fascista! Interpretaba que los recurrentes llamados a quedarse en casa, es decir, la aplicación de la coacción sanitaria, transformaba a las clases medias en policías al servicio del Estado.
Pero debemos decir, al contrario del PTS, que si el gobierno agitaba orientaciones políticas fachistas estas no tenían que ver con el respeto a la cuarentena. Al contrario, el capital financiero encontró rápido a su aliado en Rodriguez Larreta no justamente por su defensa incondicional del aislamiento social sino, al contrario, por intentar reventar la cuarentena de los obreros encerrando en sus casas a los mayores de setenta años. Esa sí fue una medida fascista pero, justamente, porque iba contra la cuarentena. "La maquinaria capitalista abandona la lucha contra la pandemia por medio del confinamiento de una población ampliamente recreativa - decía Política Obrera. Larreta busca convertirse en el referente del capital".
Como se ve, ha sido la oposición de izquierda del Partido Obrero la que ha defendido hasta las últimas consecuencias las posiciones históricas del socialismo entre las masas. Esto es doblemente valioso siendo que se trataba de una situación inédita en el mundo. La defensa de la coacción estatal en respeto de la vida de la gran masa obrera quedará entre los archivos históricos de los luchadores que preparan en Argentina una nueva alternativa política para colarse entre la crisis de poder que atraviesa a todos los capitalistas sin excepción. Del otro lado, Prensa Obrera e Izquierda Diario intentaron utilizar conceptos históricos del marxismo distorsionándolos hasta caer en la falsa agitación izquierdista contra el militarismo. Esa postura los llevó a compartir posiciones recurrentes hasta con los autodenominados liberales cuyo objetivo al denunciar una concentración de poder no era más que reventar la cuarentena e imponer la política de Trump y Bolsonaro.
A poner las barbas en remojo.
Maximiliano Laplagne
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