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Los "problemas organizativos" según Lukácz


No por algún apego particular al autor sino porque hasta ahora no me he encontrado nunca una formulación política tan clara del problema es que tomo el artículo publicado en 1922 por Georg Lukácz titulado Observaciones de método acerca del problema de la organización. Sólo de pasada realizaré algunas críticas a la actual organización de los partidos obreros de la Argentina.
“Aunque los problemas de organización, dice el autor, han estado alguna vez – por ejemplo al discutirse las condiciones de admisión – en el primer plano de la lucha de opiniones, se cuenta entre las cuestiones menos elaboradas teoréticamente (…) La cuestión del Partido (el PC húngaro en este caso concreto) hecha propia por los mejores trabajadores revolucionarios sigue a pesar de todo tratándose frecuentemente como cuestión meramente técnica y no como uno de los principales problemas intelectuales (resaltado por el autor) de la revolución”. En toda la introducción Lukács rechaza que el problema material de la organización política del partido no se encuentre entre los principales intereses teóricos de los comunistas. Esto le parece un problema crucial ya que, a veces, “muchas actitudes teóricas equivocadas pueden reconducirse a concepciones erróneas de los problemas organizativos”. No faltará quien ya esté gritando a los cuatro vientos que cómo puede ser eso, que los problemas organizativos son en realidad la expresión de los problemas políticos tácticos. Quien piense así tendrá razón, pero sólo a cuenta de darle al problema de la organización el status que le corresponde en el orden de los problemas políticos.
“Esa inconciencia que impera en las cuestiones de organización es, empero, sin duda alguna, un signo de inmadurez del movimiento (…) Es sin duda posible que, aún estando la meta buscada en una lejanía inalcanzable, los de vista más aguda consigan ver con alguna claridad la meta misma, su naturaleza y su necesidad social; pero a pesar de ello incluso esos hombres serán incapaces de apreciar conscientemente los pasos concretos que pueden llevar a la meta, los medios concretos que se desprenden de su visión, acaso correcta (…). Esta cuestión – que es en última instancia el problema de la relación dialéctica entre el objetivo final y el movimiento, el problema de la relación entre la teoría y la práxis – se reproduce siempre en formas cada vez más desarrolladas – y por supuesto con contenidos siempre cambiantes – a cada nivel decisivo del desarrollo revolucionario pues toda tarea se hace siempre visible en su posibilidad abstracta antes que las formas concretas de su realización. La verdad o falsedad de los planteamientos no resulta realmente discutible más que cuando se alcanza ese segundo estadio. Así fue el tema de la huelga general en las primeras discusiones de la II Internacional una utopía puramente abstracta que no cobró forma concreta sino luego de la primera revolución rusa (…)”. Concluye más adelante el autor: "las cuestiones de organización son precisamente de las que por más tiempo han permanecido en el claroscuro utópico”. Razón: “el desarrollo de los grandes partidos obreros se consumó por lo general en épocas en las cuales la cuestión de la revolución no podía ser sino un elemento influyente en el programa, pero en modo alguno un problema que determinara directamente todas las acciones de la vida cotidiana”.
Es evidente que el problema de la revolución, de cómo se organiza, del arte de la insurrección, no se hace patente entre las masas hasta que las leyes objetivas de la historia las ponen a la orden del día. De esta forma, como el partido no puede pensarse sino en estrecha vinculación al desarrollo consciente de las masas, también en el partido el problema de la organización revolucionaria queda supeditado a la improvisación permanente y la falta de objetividad científica. Se suele hablar de los problemas organizativos como meros problemas prácticos siendo que en realidad de las formas que adopte la organización depende no sólo el resultado de la teoría sino también la posibilidad de que la teoría no muera como mera forma teórica, se coloque en la deliberación de las masas y se unifique de esta forma el pensamiento con la acción revolucionaria.
Algunos puntos concretos sobre el problema de la organización que gozan de extrema actualidad para la izquierda argentina: “Este carácter de la organización, mediadora entre la teoría y la práctica, se manifiesta en el modo más claro en el hecho de que para la organización las tendencias discrepantes tienen una sensibilidad mucho mayor, más fina y más segura que para cualquier otro terreno del pensamiento y la acción política. Mientras que en la mera teoría pueden convivir pacíficamente las concepciones y las tendencias más dispares, cuando esas mismas cuestiones se presentan desde el punto de vista de lo organizativo irrumpen como orientaciones crudamente contrapuestas e irreconciliables”. Obsérvese: la organización política no es más que el ápice de la teoría revolucionaria. Le es imposible a una organización que abandona en la teoría la lucha contra el Estado capitalista organizarse para enfrentarlo. Y sin embargo nos encontraremos con que en la teoría una tendencia que abandona su programa de lucha no tiene inconvenientes para posicionarse de forma retóricamente revolucionaria sobre los campos más diversos. Es un clásico encontrarnos con llamados internacionales a la revolución proletaria en organizaciones que no han puesto ni un pelo de sus esfuerzos en la organización para conquistarla en su propio país. Nos encontramos también con periódicos en la izquierda argentina rellenos de referencias internacionales, por ejemplo, en los últimos días, al problema de la autodeterminación palestina. Ahora bien, ¿existe partido de izquierda en nuestro país que de la misma forma que teoriza se encuentre fervorosamente animado a la construcción en nuestro país de un movimiento de lucha en apoyo al pueblo kufiyya? Hemos leído también cientos y cientos de notas sobre el movimiento revolucionario chileno, los chalecos amarillos, las revoluciones árabes, los negros yanquis y... en la práctica … sucede lo mismo que con Palestina.
Aún para esta época Lukács es crítico de la orientación política que tomaba el Partido Comunista en relación a este problema denunciando “la exagerada importancia que se da a la función de las personas individuales” siendo que en realidad los errores no deben ser abordados con el método de la autocrítica individual sino que “la unidad que vinculó a los hombres en su acción se estudia como unidad objetiva de la acción planteándose el problema de si fueron correctos los medios organizativos para la transposición de la teoría en práctica”. Recuerdo personalmente cómo durante el año 2015, luego de la derrota electoral del Partido Obrero en las PASO, las responsabilidades organizativas fueron todas ellas derivadas a un grupo de jóvenes que se había hecho cargo de las mismas apenas unos meses atrás. Se reemplazaba así el análisis de las tendencias políticas, de la supervivencia del democratismo entre la izquierda, del uso político de las redes sociales y todos los derivados de la derrota en la acción de determinados compañeros. La denuncia de Lukacz es un recurrente en la historia del movimiento obrero que debe ser superada si se pretenden nuevas victorias históricas.
Lukácz vuelve luego a las tendencias y remarca otra vez la necesidad de darle a cada una de ellas una sustancialidad organizativa particular y creativa. Caso contrario “el proletariado entiende las diferencias como meros matices de opinión dentro de movimientos obreros en sustancia revolucionarios volviéndose imposible una distinción clara entre las tendencias”.

Otra consecuencia perjudicial de la carencia del estudio científico de los problemas organizativos la encuentra Lukácz en el estudio de las rebeliones espontáneas de las masas, las cuales sólo se pueden presentar a la conciencia de los obreros como espontáneas si su vanguardia no ha hecho un esfuerzo previo por captar las tendencias revolucionarias que aniden en su interior. Recordará el lector el minucioso análisis de Trotsky sobre la revolución de febrero en la cual sólo los fervientes esfuerzos pasados del partido bolchevique hicieron de lo que a priori se presentaba como espontaneo el punto de partida de la toma del poder en octubre.
Es interesante ahora detenerse en la resolución que Lukácz plantea al problema. Mientras que se podría pensar que su análisis deriva en la resolución metafísica de un problema meramente práctico, es en cambio también en la práxis donde haya un sesgo de luz a la oscura cuestión. “Sólo mediante la intervención de la personalidad entera puede conseguirse la participación realmente activa en todos los acontecimientos, el comportamiento realmente práctico de todos los miembros de una organización”. Es en el desarrollo individual y creativo del militante obrero donde se depositan las fuerzas de la organización con todo su contenido de improvisación del que nunca se puede escapar. Esto que el autor denomina la entrega total de la personalidad a la práxis revolucionaria intenta también hacer las veces de oposición al criterio de disciplina imperante en las organizaciones burguesas pero también desarrollado por las burocracias obreras. Mientras que la burguesía hace de la disciplina el hecho por el cual todo sujeto se encuentra bajo el dictamen de las ordenes del jefe, la disciplina obrera y revolucionaria no depende del acatamiento permanente a la autoridad de un superior sino a la entrega, genialidad y creación de los individuos disciplinados en conquistar un objetivo. “Sin un conocimiento – instintivo al menos – de la conexión entre personalidad total y disciplina del partido para cada miembro de éste, la disciplina se momificará en un sistema cosificado y abstracto de derechos y deberes, y el partido recaerá en el modelo organizativo burgués”.
Para Lukács este desarrollo de la disciplina individual es el esfuerzo máximo que pueden hacer los partidos por intentar actuar, en vez de en nombre de la clase obrera, siendo ellos mismo parte viva de la clase. Encuentra por su parte una relación intrínseca entre el desarrollo creativo del militante del partido con los futuros éxitos: “la independencia organizativa (maravilloso concepto, agrego yo) de la vanguardia consciente es ella misma un medio para resolver la tensión entre esa posibilidad objetiva y el efectivo estado de consciencia del término medio de un modo favorable a la revolución”.
Conclusiones: “la práctica inmediata cotidiana enseña a todo el mundo que la centralización organizativa del partido y la capacidad de iniciativa táctica son conceptos que se relacionan recíprocamente. Por una parte (léase con atención) la posibilidad de que una táctica a la que aspira el partido influya en las masas presupone su influencia dentro del partido mismo. No sólo en un sentido de disciplina mecánica sino particularmente en el sentido de que toda alteración de la orientación de la lucha se manifieste como reagrupación de todas las fuerzas y repercuta en los militantes individuales. La firme unidad organizativa suministra al partido no sólo la capacidad de acción objetiva, sino también la atmósfera del partido que posibilita una intervención activa en los acontecimientos y el aprovechamiento de las oportunidades que se ofrecen (…) En cambio, la sensación de una organización insuficientemente firme influye paralizando las decisiones tácticas y hasta ha de mostrar efectos negativos en la actitud teorética básica del partido (…) La vida interna del partido es una lucha constante contra su herencia capitalista. La única arma organizativa decisiva es la inserción de los miembros en la actividad del partido con su entera personalidad”.
Hasta aquí mi resumen. Confío en que el lector interesado hará el análisis de la obra por su cuenta (se encuentra publicado anexo a varias ediciones de Historia y Conciencia de Clase) y podrá tomar las conclusiones políticas que le interesen. Vires acquirit eundo.
Maximiliano Laplagne

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