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La asamblea constituyente y la Pólis griega

Las tribus jonias y dorias sobrevivieron gracias a la división social del trabajo y el desarrollo productivo alcanzado con el descubrimiento, entre otras cosas, del hierro y el molino. Su transcurso histórico no se detiene hasta el nacimiento de las pólis e incluso hoy la civilización griega perdura en parte de su territorio.

Las ciudades-estados griegas son las primeras en hacer emerger asambleas democráticas regidas por la participación masiva. En la Atenas clásica de Pericles, tenemos fuentes precisas indicándonos que la aprobación de determinadas leyes o decretos requerían de la votación mínima de seis mil integrantes de la asamblea y otras la unaninimidad de cuarenta mil. Vemos que sólo en sus números la democracia griega supera en sus propios términos a la gran mayoría de las democracias parlamentarias que regirán dos milenios más tarde la sociedad burguesa.

Todas las clases dominantes de occidente hacen de la democracia griega el ejemplo máximo de civilización a imitar. Llegar a esta conclusión es tan simple como hacer un trabajo comparativo entre el desarrollo político de las sociedades europeas continuadoras del legado grecorromano con las impermeables monarquías milenarias que sobreviven a fuerza de poder religioso en el mundo Oriental. Sostenidos bajo la égida de las aristocracias terratenientes, las teocracias encabezadas por reyes-dioses daban (y dan) cuerpo a la fusión de las familias reales con las castas sacerdotales del Dalai Lama del Tibet, el emperador Dios-Sol japonés o el Divino Gobernante de Nepal. Las teocracias asiáticas respondieron durante varios Siglos a la producción agrícola centralizada que elevaba a una burocracia político religiosa a costa de la hiperexplotación de las masas campesinas.

Por supuesto que sería un idealismo absurdo hacer una oda lineal del desarrollo político de occidente como contraposición a las monarquías asiáticas porque nos obligaría a olvidar que los reyes de España e Inglaterra aún habitan sus castillos, que las luchas independentistas de los pueblo de América Latina debieron expulsar revolucionariamente a virreyes españoles, portugueses, franceses e ingleses o que la democracia europea parió los gobiernos fascistas que acribillaron a las masas populares de todo el mundo. Sin embargo, obligados por el análisis científico de la historia de las sociedades, se nos impondrá como conclusión el progreso inédito para la historia de la humanidad que la tradición democrática de la antigua Grecia significa para la historia de las sociedades. Y esto, sin dudas, porque la conquista de la democracia es la consecuencia de las revoluciones sociales, políticas y democráticas de la antigüedad. Al contrario, la historia oficial nos quiere hacer creer que la pólis griega es un ente divino surgido al calor del debate político entre grandes filósofos y pensadores. Nada más errado.

En vistas a nuestro objetivo, resultarán interesantes las analogías que surjan entre el desarrollo político de la democracia y las clases sociales en la Argentina con el surgimiento de la democracia griega. Ninguno de los dos procesos, por su puesto, se presenta de forma lineal; más bien responden a las contradicciones en las que se desenvolverán unas u otras clases sociales. Si la atrasada oligarquía terrateniente criolla dispuesta a entregarle las vacas en bandeja al capitalismo europeo fue, por la presión de la competencia, la clase social que inaugura la era capitalista en el Río de la Plata y con ella impulsa – aunque de forma absolutamente limitada – las potencialidades del desarrollo productivo argentino y el nacimiento del Estado Nacional, la oligarquía terrateniente espartana, proclive a la persecusión, el hostigamiento y el asesinato de esclavos extranjeros inaugurará las condiciones sociales de la milenaria democracia europea.

Los terratenientes espartanos vivían del producto de los campos a ellos adjudicados, que eran cultivados por los ilotas, los campesinos nacidos en Mesenia y esclavizados luego de violentas guerras civiles. Entre libres y esclavos, la única clase social intermedia era la de los periecos, “los que habitan por ahí”. Vivían en aldeas y se dedicaban a la producción manufacturera de bajo impacto. No tenían derechos ciudadanos y no formaban parte de la asamblea dirigente. Cualquier similitud con los gauchos que habitaron la Argentina criolla es pura coincidencia.

Como veremos a su turno, la oligarquía criolla del Río de La Plata fue enemiga acérrima del desarrollo industrial y comercial autóctono de su propio país. Pero en Esparta, directamente, el comercio y la manufactura de productos estaban prohibidos. Estas condiciones sociales de producción crearon una centralización política absoluta en la que, a diferencia de Atenas, no emergieron ciudades comerciales. De hecho, no emergió ninguna ciudad. Esparta fue durante toda su existencia un campamento militar permanente dedicado a la agricultura bajo un poder centralizado en dos Reyes. Los monarcas simplemente se hacían del poder ejecutivo de la representación política de los terratenientes explotadores de esclavos los cuales se reunían mensualmente en una asamblea que refrendaba las decisiones del Senado, esto es, la asamblea de los ciudadanos mayores de sesenta años. Las sesiones parlamentarias se iniciaban todos los años con la declaración de guerra contra los ilotas, lo que daba a los espartanos derecho a esclavizarlos y asesinarlos a su antojo. Como se ve, la primera experiencia de asamblea democrática de la sociedad occidental expresaba la dictadura terrateniente contra el resto de las clases sociales, en particular, los esclavos. Democracia y dictadura se relacionan dialecticamente desde los inicios políticos de la civilización.

La persecusión, la vestimenta diferente, los rituales de opresión, los azotes y el hostigamiento generaban en Esparta un Estado policial cuyo objetivo principal era evitar las rebeliones esclavas. La brutalidad de la esclavitud no puede ser negada. Y sin embargo, como es bien sabido por los historiadores marxistas, la moral y la ética no son buenos criterios a la hora de hacer historia. Bajo sustentos morales que pongan en primer o único plano la estimación más o menos sangrienta del sufrimiento de las masas populares resulta imposible dar cuenta del desarrollo de la historia de las sociedades. Por ejemplo, detenerse sentimentalmente en la conquista europea sobre América Latina y la forma en que los ejércitos reales aniquilaron a la población nativa sólo puede ser un punto de partida para un análisis más desarrollado del desenvolvimiento del progreso social de la humanidad. De esta manera, estaremos obligados a afirmar que contra la intuición general, la conquista europea en América abre las condiciones para el desarrollo del mercado mundial, para la explosión de enormes potencialidades productivas de la naturaleza americana y de formas revolucionarias del trabajo. Y sobre todo, la expansión del capitalismo en América Latina fomenta las condiciones actuales para la lucha por el socialismo internacional. Esto claro, siempre teniendo en cuenta las rebeliones y luchas de resistencia de los pueblos indígenas y los futuros independentistas que enfrentaron su propio aniquilamiento. Como siempre en la historia, el desarrollo es combinado.

De igual manera deberemos proceder al momento de hacernos cargo de la esclavitud en la antigüedad. Regidos bajo los más atroces métodos de hostigamiento, los esclavos griegos cargarán en sus espaldas el peso histórico del desarrollo productivo de las sociedades humanas. En contraposición a las primitivas formas de producción impuestas por la naturaleza, la esclavitud aceleró de forma inédita las condiciones sociales de producción de Europa, Asia, África y el planeta Tierra. Bajo mano esclava los talleres de Jonia y Mileto verán nacer el hierro. Con pedagogos esclavos se popularizará la enseñanza a los hijos de ciudadanos ampliando como nunca en la historia de la humanidad la cultura y la ciencia. Repletos de esclavos encargados de la producción y las tareas domésticas, las clases poseedoras de Grecia tuvieron tiempo para filosofar e innovar en todas las disciplinas científicas.

Determinados sectores de ciudadanos libres tuvieron tiempo y condiciones hasta para organizar grandes rebeliones populares. A continuación daremos cuenta de que la democracia griega representa indudablemente la conquista de los derechos políticos de las clases comerciantes y campesinas medias en su enfrentamiento contra la nobleza terrateniente que heredaba el modelo de producción espartano. Los estados más progresivos de Grecia dejaron atrás a Esparta en desarrollo político porque promovieron ampliamente las actividades comerciales, artesanales y la colonización. Según Engels al estudiar el origen del Estado griego: “Los progresos en rebaños y en objetos de lujo hechos por la propiedad privada, condujeron al cambio de productos entre los individuos y a la transformación de esos productos en mercancías. Y este es el germen de la revolución subsiguiente” (Génesis del Estado ateniense 105). Las ciudades portuarias griegas se transformaron en centros políticos y comerciales de los más de trescientos estados que conquistarán. Se enriquecerá así la nueva clase de los comerciantes que conseguirá derrocar con las armas en manos del pueblo a las viejas camarillas familiares del gobierno. La democracia tribal había dado pie a la apropiación oligárquica de la producción. La democracia esclavista será la encargada de destronarla.

De entre la clase de los artesanos y comerciantes emergerán los denominados tiranos, gobiernos unipersonales que se hacen del poder derrocando a las viejas oligarquías con las armas en la mano. Solón, el primero de ellos fue un comerciante cuya primer decreto fue suspender todas las deudas de los ciudadanos para con los poseedores nobles. Aún bajo gobiernos dictatoriales, es decir, no elegidos por el pueblo sino impuestos por la fuerza, los tiranos conquistaron el apoyo de artesanos, campesinos y extranjeros impulsando reformas democráticas, la institucionalización de la pólis y la primera gran reforma agraria que entregó sus tierras a los ciudadanos atenienses. Miles de expulsados de la vida política pasaban a ser considerados ciudadanos bajo la dictadura de las clases sociales intermedias.

Obsérvese el desarrollo dialéctico del proceder histórico: son los gobiernos dictatoriales los que preparan las condiciones del gobierno democrático. En este punto encontramos varios reproches de Aristóteles a los tiranos, uno de ellos dice: “El exceso de libertad que hay en la ciudad llega a lo inaudito cuando los esclavos y esclavas son tan libres que quien los ha comprado” (Pol, 563a). El Filósofo reprocha a los tiranos hacer emerger la anarquía de la libertad y hace recaer en ellos las crisis sociales y económicas de Grecia.

Los tiranos impulsaron reformas democráticas y conquistaron el apoyo de la masa del pueblo. De eso no caben dudas. Pero, en todos los casos, es decir, en todas las ciudades donde triunfó la forma democrática de gobierno, ésta fui instituida por fuerzas y métodos revolucionarios y de ninguna manera como obsequio de ningún tirano o clase social dominante. Claro que sin captar el problema del permanente estado revolucionario de las sociedades de clases el propio Platón identifica en su República este proceder dialéctico de la historia: “cuando una ciudad gobernada democráticamente y sedienta de libertad tiene a su cabeza malos escanciadores y bebe más de lo debido el vino de la libertad hasta llegar a emborracharse, castiga a sus propios gobernantes si no llevan la complacencia al punto de concederle la más absoluta libertad acusándoles de malvados y oligárquicos” (Rep, 562d). Es decir, de tanta libertad que el tirano ofrece a sus súbditos, estos terminan por querer sacarse de encima hasta al propio tirano si este no cumple con sus promesas. Si la tiranía no se hace cargo de las reivindicaciones de las masas, estas terminarán por imponerlas a la fuerza. Estamos frente al primer caso histórico de aplicación concreta de un programa de reivindicaciones que transicionarán el poder político de una a otra clase social.

Para conquistar sus derechos políticos las clases sociales intermedias de Grecia – pequeños comerciantes, artesanos, campesinos, jornaleros del mar- debieron tomar las armas, en algunas ciudades contra las oligarquías y en otras contra los tiranos que provenían de sus propias clases sociales llevando a cabo las primeras revoluciones políticas de la historia. La primera victoria democrática fue dirigida por el partido de la Colina encabezada por Clístenes en el año 508 y es fruto del enfrentamiento bélico contra el partido de los terratenientes (partido de la Llanura) y las organizaciones de la clase media comercial (partido de la Costa). Los griegos aprendieron por su propia experiencia que la democracia se conseguía por medio de la acción directa del pueblo. El propio Platón lo entendió de esa manera :“La democracia nace cuando los pobres, después de haber obtenido la victoria sobre los ricos, matan a unos, destierran a otros, y comparten con los que quedan el gobierno y los cargos públicos, distribución que por lo común suele echarse a la suerte en este sistema político. Así se establece la democracia, ya sea por medio de las armas, ya por el miedo que obliga a los ricos a retirarse voluntariamente” (Rep, 457a). No todos los intentos, claro, fueron victoriosos. En el 427 a.C el partido democrático fue duramente derrotado por la oligarquía de Corintio.

Afirmado que la democracia griega es fruto de la imposición revolucionaria de las clases intermedias, cabe aquí la pregunta por el rol de la fuerza social mayoritaria de la antigua Grecia, es decir, los esclavos. Sobre su rol en las revueltas democráticas nos encontraremos dos tipos de historiografía: por un lado, aquellos que afirman que los esclavos siempre se mantuvieron del lado de sus amos y los terratenientes debido a la victoria ideológica impuesta por las altas clases sociales de Grecia y la fuerte opresión en la que se desarrollaba la vida social. Por caso, para teóricos como Aristóteles la esclavitud es una determinación de la naturaleza de aquellos que no nacen para ser dueños de sí mismo. Por otro lado, se dirá que los esclavos apoyaron a los movimientos democráticos sin participar activamente de la lucha política. Esto porque no nos encontramos partidos de esclavos en Grecia como si los habrá en Roma como el ejército espartaquista. Pero lo cierto se contrapone a ambas versiones. Si bien es una certeza que la clase de los esclavos no llegó en Grecia a constituirse ella misma como una clase homogénea capaz de enfrentar a sus dominadores en una lucha política, los esclavos fueron a su manera protagonistas de las revueltas populares que conquistaron la democracia. Esta lucha adoptó la forma de huidas en masa, destrucción de herramientas de trabajo y hasta en muchos casos el rechazo a llevar a cabo determinadas tareas, es decir, la huelga. Durante la guerra entre Atenas y Esparta se calcula que más de veinte mil esclavos huyeron de las ciudades Y esto sólo en relación a su acción directa.

Pero más profundo aún es el rol social de los esclavos en el desarrollo productivo de la antigua Grecia. El hecho de que todas las tareas sociales, productivas y domésticas hayan quedado en manos de esclavos generó en Grecia las condiciones para la popularización de la cultura y con ella de la consciencia política. La falta de un programa político que homogeneiza a la clase social más oprimida de la antigua Grecia no quita su rol histórico como clase social. Y en este caso su rol social es el progreso nunca antes alcanzado por alguna civilización. La historia de la cultura occidental carga en las espaldas de los esclavos helenos. La democracia ateniense que será la democracia de todo occidente esconde bajo su manto teatral el sacrificio esclavo.

Ahora bien, el criterio según el cual el esclavismo dio pie a los infinitas potencialidades de desarrollo científico y técnico en la antigüedad ha intentado ser utilizado como justificación del sostenimiento de sociedades esclavistas casi dos milenios después. Cuando la maquinaria industrial había acelerado a niveles inéditos la producción capitalista, la burguesía del Sur de Norteamérica se comparaba con la antigua Atenas y afirmaba que gracias a la esclavitud se encontraban construyendo la grandeza de América. La prueba más contundente de la falsedad de esta apreciación nos la da el resultado de la guerra civil, en la que la incipiente burguesía industrial que rechazaba la esclavitud derrotó a los esclavistas y, aunque haya llegado casi doscientos años tarde al desarrollo capitalista, convirtieron a los Estados Unidos en el principal imperio del mundo destronando de su lugar a la poderosa burguesía inglesa. En este caso la democracia burguesa sólo pudo ser conquista por la clase social que rechazaba el esclavismo. En Brasil, por caso, los esclavistas gestaron las bases para una Nación atrasada y subsumida al imperialismo. Mucho atrás en el tiempo, será la misma sociedad esclavista la que hará colapsar las bases de la democracia griega y su derrota frente a la conquista romana. Esto nos muestra que sólo en un período de la historia la esclavitud pudo funcionar como desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad. El crecimiento de la técnica, los nuevos descubrimientos científicos, la mundialización del mercado mundial hacen de la esclavitud una forma de producción agotada además de, por su puesto, genocida y enemiga de cualquier defensa de los derechos humanos.

Quizá aquí el lector nos dirá que los campos de trabajo forzado de Stalin aceleraron de forma inédita los niveles de producción de la Unión Soviética. La respuesta es la misma: la revolución de los soviets había traído con ella las condiciones para el desarrollo productivo de la sociedad, incluso, aboliendo la hiperexplotación. Esto porque se da en una etapa en que el capitalismo y la industria mundial ya habían dado uno de sus mayores saltos en relación a sus fuerzas productivas. El stalinismo utilizó la semiesclavitud como forma de elevar la tasa de ganancia de una incipiente burocracia que se apoderará del poder de los soviets.

Pero en la antigua Grecia, la democracia esclavista hizo de la vida técnica y científica una infinidad de descubrimientos. Ahora bien, como en todo estudio dialéctico sustentando en su realidad material nos vemos obligados a replicar que, como en Esparta, como en las sociedades tribales o en las futuras democracias medievales o burguesas la democracia griega manifiesta ella misma la dictadura de la minoría de la población sobre la gran mayoría y funciona como la forma dictatorial de la dominación de clases opresoras sobre las oprimidas. De la misma manera que la dictadura jacobina sobre la clase obrera no quita su carácter progresivo en el desarrollo histórico, la ausencia de mujeres, esclavos, jóvenes y extranjeros en la asamblea que constituye el poder político de Grecia no descarta su carácter revolucionario sino que verifica el carácter permanente de las revoluciones sociales.

Tras la derrota de las fuerzas de los terratenientes en la guerra civil del 527 a.C el partido de la Colina que representaba a comerciantes, campesinos y artesanos convocó a todos los ciudadanos griegos a la transformación política de la sociedad. Se convocaba, como fruto de la victoria revolucionaria, la asamblea constituyente que inaugurará la historia de la democracia occidental. Se instaló una forma de gobierno en el que las funciones legislativas eran llevadas a cabo por tres organismos: la asamblea, el consejo de los 500 y el Pritaneo, compuestos de diez comités de 50 miembros. Estos dos últimos servían y estaban subordinados a la Asamblea, el cuerpo de gobierno básico, que se reunía cuatro veces al mes. Formalmente todos los hombres libres tenían idéntica posición frente a la asamblea. Y sin embargo la asamblea como forma de gobierno popular poseía enormes limitaciones. En primer lugar las mujeres, es decir, la mitad de la población, tenía negado el derecho a la vida política. Tampoco los extranjeros y los esclavos, es decir, la gran mayoría de la población, tenía derechos políticos. Dos tercios de Atenas quedaban excluidos del poder. Por su parte, los nobles que tenían capacidad de negociar monetariamente las votaciones y de recibir instrucción política por parte de los sofistas se convirtieron, aunque ahora despojados de la vieja forma de gobierno oligárquica, en los voceros principales de la asamblea ateniense.

Pero además, y sobre todo, la asamblea ateniense fue el órgano máximo de la política colonizadora de Grecia sobre los pueblos incipientes de Asia y Europa. Avalados en las decisiones de la asamblea, nobles y terratenientes construyeron gigantescos ejércitos que lograron monopolizar la importación de grano proveniente del Mar Negro. Los dirigentes de la asamblea no tuvieron reparo en eliminar a todos los hombres, mujeres y niños de Melia, una ciudad en la que sus 25 000 habitantes se habían revelado contra el colonialismo.

Como forma histórica de gobierno la democracia griega emerge en el mundo como consecuencia de grandes luchas revolucionarias. Una vez en el poder, las clases intermedias que enfrentaron a los terratenientes se aliaron nuevamente a ellos en nombre la unidad de la pólis. Este doble carácter de la democracia y de su desarrollo vivo en la historia permanecerá como esquema a repetirse infinitas veces a lo largo de la historia de las sociedades de los dos últimos milenios. Ni la alabanza desmedida de la democracia directa de los ciudadanos, ni la critica moral que rechaza la democracia por la exclusión de mujeres y esclavos nos puede servir como instrumento de balance histórico.


Como enseñanza fundamental del estudio de la democracia griega surge como primer factor que toda lucha por la conquista de derechos políticos emerge en procesos de revoluciones, esto es, el choque de clases sociales naturalmente antagónicas, las cuales presentan un ordenamiento inadecuado para las condiciones materiales productivas que ha alcanzado la sociedad. El populismo – para usar un término anacrónico – de los tiranos griegos hizo emerger de su dictadura la negación, esto es, los gobiernos democráticos como expresión del acceso de las masas desposeídas a la vida política. Pero carentes de organizaciones y cultura propia y, sobre todo, víctimas del drama de la historia que hacía del esclavismo la forma de desarrollo de la sociedad, la gran mayoría esclava de la sociedad no pudo elevarse ella misma a la lucha por el poder. Esta situación se repetirá con las clases oprimidas en diferentes momentos de la historia. Durante el Siglo XIX, cuando la burguesía comenzaba el derrumbe de todas sus expectativas y sumía a las masas obreras en la miseria ni los dirigentes burgueses tenían expectativas revolucionarias ni el proletariado tenía aún las condiciones para organizarse mundialmente en la lucha por el poder contra el capital. Doscientos años después, victoria soviética mediante, las cosas han cambiado. Pero para ello aún nos faltan dos milenios de enfrentamientos entre clases sociales por el poder político y los oprimidos del imperio romano ahora nos quieren hablar. 




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