Traicionados
de forma permanente por las grandes organizaciones obreras, las masas
populares de Chile han encontrado en el autonomismo una expresión
revolucionaria. La misma se basa en el rechazo a la ficción democrática del Estado y se expresa en la monumental abstención a
las elecciones ejecutivas y parlamentarias. En 2017, cuando Piñera
se transformó en presidente, menos de la mitad de la población
asistió a las urnas.
En
primer lugar, los socialistas apoyamos entusiastamente los esfuerzos
del pueblo chileno por enfrentar a un régimen político estructurado
a partir de las decisiones de la camarilla militar heredera de
Pinochet. Comprendemos que todas sus expresiones de rabia, como se
dice en estos días, se justifican sobradamente en tanto sean los
explotados quienes carguen en sus hombros el peso de lo que hasta
hace unas semanas se presentaba como el “oasis” del capital
financiero. La lucha por el acceso a la educación,la salud, la
jubilación y la reducción de la jornada laboral no encontrarán
mayor ímpetu que el de un pueblo que se revela en las calles con
huelgas, barricadas y asambleas populares.
El
movimiento estudiantil ha sido uno de los grandes pilares de las
luchas populares en la Cordillera de las Andes. Mientras en la última
década el Estado avanzaba en la infinita segmentación sindical de
la clase obrera cooptando a sus centrales y dividiéndolas en miles
de sindicatos, las federaciones universitarias de Chile tomaron en
sus manos la pelea contra el expulsivo sistema educativo. La
revolución de los pingüinos, la huelga general universitaria del
2011, la coordinara en defensa de los derechos de las mujeres, las
movilizaciones contra la depredación ambiental, todas ellas han sido
creaciones del movimiento estudiantil. Pero cuando parecía que de
allí emergerían los grandes dirigentes de la incipiente rebelión
popular los Camila Vallejos le dieron la espalda al movimiento y
pasaron a formar parte del pacto social de Piñera.
Las
juventudes comunistas perdieron en los últimos años enorme parte de
su influencia en el movimiento universitario, el cual fue reemplazado
por movimientos libertarios y anarquistas caracterizados por el
rechazo a todo tipo de institucionalidad, incluso las elecciones de
centros de estudiantes que pasan a ser reemplazadas por asambleas
horizontales. No somos quien para juzgar los métodos de organización
que adquiere uno de los movimientos más dinámicos de nuestro
continente. En este texto apenas nos detenemos a revisar algunos
límites que presenta su programa en vistas a obtener las mejores
conclusiones que puedan llevar al proletariado y los estudiantes
chilenos a la victoria.
En
el ascenso insurreccional de los últimos meses se ha conformado la
Federación Anarquista de Santiago, la cual se ha convertido en uno de los canales de organización y difusión de la rebelión. Pero más allá de ello, la Federación refleja las posiciones de un gran sector de luchadores, en particular los provenientes del movimiento universitario. La
Federación ha hecho público una serie de textos en los cuales se
repiten incesantemente varios puntos. El primero de ellos es el
rechazo a lo que se denomina “partidismo”, esto es, la estructura
parlamentaria en la cual los partidos políticos reparten sus bancas
de diputados y senadores “revistiendo de colores la fachada
democrática”. Sin duda los partidos políticos de la burguesía
conforman un gran pacto social de dominación sometido a los
intereses del capital financiero y las mineras internacionales que
explotan al pueblo chileno. No ponemos en duda el rol de falsa
oposición del Frente Amplio y hasta del Partido Comunista en
sostener los repetidos ataques del gobierno. Sin embargo, no debe
confundirse la estructura entreguista de los partidos políticos del
stablishment con la necesidad
de partidos autónomos de las clases oprimidas y, sobre todo, del proletariado. Los mismos anarquistas de mitad de Siglo que fundaron
la CUT en Chile comprendieron que un partido está representado por
su programa, sus objetivos y su acción. En aquel momento
coincidieron en unificarse con el Partido Socialista y la democracia
cristiana que encabezarán enormes luchas por la nacionalización de
los recursos y la producción en Chile que tuvieron su auge en los
primeros años de la década del ´70. Para hacer frente de forma
unificada y para presentarse como un gran polo de atracción a las
masas populares de Chile, los luchadores necesitarán un partido, lo
que no significa pasar a formar parte de la vida
parlamentaria o asumir esta o aquella
ideología sino simplemente agruparse en torno a una comprensión
común del momento que lleve a la clase obrera al poder. De esta
forma los revolucionarios que luchan aislados en todo el país deben
estructurar su propio programa a partir de las asambleas populares
con eje en la nacionalización de las minas, la producción, la
educación, la salud y la cultura bajo control obrero estricto.
La
Federación anarquista afirma de forma reiterada que la actual
situación responde a “la catastrofe a la que nos han llevado el
capitalismo y el patriarcado”. Entendemos el capitalismo como el
sistema en el cual una clase social minoritaria extrae su ganancia,
la plusvalía, a partir de la explotación de la gran masa obrera.
Pero, ¿cuál es en este caso el significado del patriarcado? No
quiero con esto negar que la actual sociedad reviste una estructura
en la cual las mujeres se encuentran sometidas
doblemente a la barbarie, desde la necesidad de explotar su fuerza de
trabajo hasta la opresión que la somete a la dominación masculina
en el hogar como forma de reproducción de la familia que necesita el
capitalismo. Obreras y obreros luchan unidos contra la dominación
del capital con el fin de liberar a toda su clase de la opresión. La
lucha por la emancipación femenina es sin duda la lucha contra la
burguesía que utiliza el poder político para sostener su dominación
y someter doblemente a la mujer. Si al hablar de patriarcado nos
referimos a ello, entonces acordamos. Si, en cambio, se intenta
dividir a nuestra clases entre hombres y mujeres entonces pensamos
que el concepto debe ser modificado.
La
unión anarquista nos dice que “la clase oprimida” debe rechazar
la consigna que se ha hecho eco “entre gran parte de nuestro clase”
llamando a una asamblea constituyente. Compañeros ¿qué clase?
Tengamos cuidado. La definición de opresión es muy extensa y la
burguesía nacional de Chile, la misma que comanda a los carabineros,
puede hacerse eco de ella considerándose oprimida del capital
internacional. Esa ha sido la estrategia histórica del Partido Comunista para sellar frentes con diferentes gobiernos nacionales y entregar las organizaciones de los oprimidos. Luego,
¿rechazar la asamblea constituyente mientras millones de personas la
levantan? Analicemos los argumentos utilizados por la federación
anarquista.
“Para
nosotros la asamblea constituyente viene solamente a dar una salida
institucional al conflicto, esta va solo a operar en función de los
intereses de la oligarquía ya que como clase no hemos desarrollado
aún organizaciones sólidas (…) No existe la correlación de
fuerzas necesaria para plasmar allí nuestros intereses como clase”.
Si aún no poseemos organizaciones sólidas ¿por qué no
construirlas? Una forma de hacerlo es presentándonos como los
grandes impulsores de las demandas de las masas, en este caso, del
llamado a una constituyente. Ahora bien, es cierto que la consgina
corre el riesgo de transformarse en una salida institucional si no
somos claros en sus objetivos. Luchamos por una constituyente que
ataque la propiedad privada, que declare toda la producción chilena
bajo control obrero, que expulse al capital financiero internacional,
que desarme al ejército de Pinochet ¿puede una asamblea
institucional hacerse cargo de estas demandas? Está claro que no.
Compañeros, en tanto las
masas no terminen de crear sus propios organismo de poder o sus
propios partidos aptos para dirigir una gran insurrección, la
asamblea constituyente pone en eje el problema de la ficción
democrática del Estado y busca reemplazar el actual régimen
político por un sistema de soberanía popular. Observen lo
siguiente: lo que a primera vista parece una lucha democrática a la
larga se termina transformando en la lucha por la dictadura de la
mayoría proletaria sobre el Capital. Elevemos la asamblea
constituyente y hagamos de ella el valuarte de la lucha por el poder.
Por
su parte, dice la federación, “también nos alejamos de la
Asamblea constituyente comprendida como un proceso en donde la
acumulación de fuerzas desde los cabildos ciudadanos sea dirigido a
transformarse en un pilar del Estado de Chile”. Esto debe ser rechazado sin conseciones. Nada en este momento, con este grado de
desarrollo de conciencia de las masas, en un país ubicado a pocos
kilómetros del Brasil de Bolsonaro, puede ser más autónomo y
revolucionario que el doble poder que se desarrolla en los cabildos
abiertos. Es cierto que su nombre no es el más combativo pero esto
no quita que los mismos sean abiertos a la clase obrera. Debemos
hacer un esfuerzo superlativo por convocar a los obreros o bien a
participar de los cabildos ya conformados o a conformar los suyos
propios, los cuales deben funcionar como comités de huelgas e
incipientes puntos de planificación de las demandas elementales pero
también profesionales de las
masas.
Finalmente.
El anarquismo en Chile y todo nuestro continente ha sido una fuerza
vivamente revolucionaria a principios de Siglo. En aquellos tiempo
toda su fuerza estaba orientada a organizar a la clase obrera. En su
país, la primera gran experiencia anarquista refiere a la Semana
Roja. Mientras en Rusia se desarrollaba la revolución de 1905, en
Chile los obreros de sus frigoríficos sumaron a anarquistas de todos
los ramos a frenar el impuesto al consumo popular de carne porque la
oligarquía prefería venderla al resto del mundo. Lo lograron. Se debe aprender de esta orientación porque varias décadas después,
alejado del movimiento obrero, las banderas del anarquismo fueron
utilizadas hasta para entregar revoluciones. Allí el caso de la
guerra civil española. No es nuestra intención cambiarles el rojo
por el negro, ni las banderas del autonomismo por las del partido
revolucionario sino simplemente aportar al desarrollo de su
revolución desde nuestro humilde punto de vista. La victoria del
pueblo chileno será indudablemente la victoria del proletariado
internacional.
Maximiliano
Laplagne
Comentarios
Publicar un comentario