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Génesis histórica de la tendencia del PO


Es sabido que la burocracia stalinista ha deformado todo lo que pudo el desarrollo no sólo material sino también ideológico del proletariado internacional. También lo ha hecho con las teorías políticas y filosóficas más revolucionarias de la burguesía porque, como se sabe, en manos de los oprimidos las teorías adoptan nuevas formas y matices que perjudican la estabilidad del capital. Es el caso, por ejemplo, de la filosofía de la historia y la metafísica hegeliana tan analizada por los comunistas de todos los tiempos. La dialéctica, en tanto superación de la lógica clásica, plantea la existencia de contradicciones al interior de los objetos y de la historia. Es luego el desenvolvimiento subjetivo del pensamiento y de las acciones de los hombres el que resuelve las contradicciones, no para que estas desaparezcan, sino para que se vuelvan a expresar de otra manera distinta, superadora, pero que nuevamente deberá volver a ser superada. El stalinismo repelió hasta dónde pudo la dialéctica de la contradicción y la reemplazo por visiones lo más esquemáticas posibles de la realidad, las ciencias y la economía. En el caso de la historia, el desarrollo subjetivo de la misma en sus infinitas variantes y posibilidades fue reemplazado por el análisis en etapas sociales predeterminadas.

Pero las contradicciones son parte misma del desarrollo. De hecho, el desarrollo es en sí mismo una contradicción en tanto la superación de una etapa previa requiere la negación del pasado en un presente que comienza a existir. Como tal, la historia debe ser siempre vista desde el punto de vista de todas las variantes que la hacen posible, tantos en sus aspectos negativos como positivos.

Un objeto concreto, en este caso la tendencia del partido obrero, no puede nunca ser el mero resultado de una visión estática individual. Esto es, no existe un sólo ángulo de análisis para los procesos y resultados históricos que deben ser en cambio analizados desde infinitos efectos que generan una causa. La causa, a su vez, tampoco es un resultado estático sino una porción momentánea del desarrollo de los acontecimientos. Causas y efectos son una y la misma cosa, por eso el estudio de los efectos es también el estudio de su pasado a la vez que el estudio del pasado es el análisis del efecto. Englobar en una misma esfera las infinitas posibilidades que hacen a un resultado es el trabajo por excelencia de la dialéctica. El materialismo agrega a esta visión la expresión concreta del desenvolvimiento expresado en la existencia de clases sociales beligerantes.

A su vez, el estudio del objeto que resulta del desenvolvimiento histórico es también un estudio en perspectiva, es el análisis de sus nuevas potencialidades y la suposición a futuro de sus expresiones concretas. El materialismo dialéctico hace de sus objetos de estudio un laboratorio de acción y extrae de él conclusiones para aplicar en la práxis real en que se gesta la lucha de la clases.

La tendencia del Partido Obrero es la continuidad histórica de la acción y el pensamiento de un sector del proletariado latinoamericano, en particular aquel que se presenta como continuación de la teoría que hace de la dictadura del proletariado su objetivo ineludible. Digo ineludible porque la dictadura proletaria contiene en su germen la contradicción del desarrollo histórico. Por un lado se presenta como la expresión necesaria del desenvolvimiento de la historia, del agotamiento del régimen burgués y de la emergencia en la vida política de masas oprimidas que toman en sus manos el destino del desarrollo. Pero lo necesario, para los materialistas, no es una entidad metafísica que se desarrolla como una idea, sino la acción concreta que surge de las infinitas variantes de la historia. Esto se manifiesta de forma muy clara en el vocablo “necesario” el cual, por un lado indica que las cosas son así y no pueden ser de otra manera, pero también remarca el carácter crucial de la tarea que si es dejada de lado será negada en su mismo desarrollo. Socialismo o barbarie resume este punto de vista.

Las ideas de las clases sociales no son a prioris, no son existencias independientes de sus realidades materiales y sus pasados históricos. La dictadura del proletariado comenzó siendo la conclusión teórica de los comunistas del Siglo XIX para transformarse en el plan de acción de los bolcheviques en 1917. La revolución de Octubre inicia para toda la humanidad una etapa de acción, pensamiento y resultados, expresados en que la teoría se hace carne casi como no lo había planteado ninguna filosofía previa en la historia. Las revoluciones burguesas, por caso, no fueron planes políticos unificados de las masas sino el resultado contradictorio de intereses de los incipientes comerciantes, banqueros, ilustrados e industriales que ofrecían a las masas desposeídas un desarrollo productivo inédito. Pero la burguesía escondía a campesinos y obreros sus intereses de fondo marcados por la ley de acumulación capitalista. La revolución de Octubre, en cambio, plantea con claridad una planificación social para todos los estamentos de la sociedad y un plan de acción social, económico y productivo para toda la humanidad. Es el plan de abolición de las clases sociales.

Pero claro que es innegable que la dictadura del proletariado toma sus principios revolucionarios de la historia pasada, de las gestas ya no sólo de la burguesía revolucionaria sino de campesinos medievales, esclavos romanos y artesanos griegos. Se suma también a cada región particular el germen autóctono de la lucha de clases, como es el caso del pueblo mapuche en Chile.

También la dictadura proletaria convive y convivió con contradicciones permanentes en su interior. Por ejemplo, el año 1848 en que en ningún país del mundo emergía como posiblidad concreta el gobierno de trabajadores, la burguesía abandonaba todo matiz revolucionario y se pasaba al lado de la reacción histórica incluso devolviendo cargos de poder a los viejos funcionarios monárquicos. Es un siglo dramático para la lucha de clases pero en el cual se gestan las grandes transiciones históricas como lo son La Comuna de París o las grandes rebeliones del Este europea. Todo ser es una transición, porque nada existe sin su pasado y futuro. En América Latina las luchas independentistas revolucionan la sociedad pero para establecer un nuevo régimen de explotación incluso más cruel para las masas que el despotismo colonial. Y sin embargo la independencia garantizará el desarrollo nacional que proveerá Siglo después a los obreros las condiciones de democracia para organizarse políticamente. De esta forma la teoría de la dictadura del proletariado se sostiene a lo largo de la historia como bandera pero siempre se enmarca en sus contradicciones históricas, incluso, en los momentos en que emerge como una abstracción.

La dictadura del proletariado se enmarca también en la dialéctica del sujeto y el objeto, los cuales son parte del mismo desenvolvimiento. Las condiciones materiales, como gusta repetir a los filósofos stalinistas, determinan efectivamente la conciencia de las clases sociales, pero son las clases sociales las que desarrollan con su acción histórica las condiciones materiales en las que actúan. Quienes han intentado separar a lo largo de la historia estas dos expresiones de la misma cosa lo han hecho siempre en defensa de los intereses de las clases opresoras que pretenden negar a los oprimidos la potencialidad de crearse a si mismo la materialidad y la sociedad en la que actuar.La dictadura del proletariado puja por establecer nuevas condiciones objetivas, lo que no deja de ser una tarea subjetiva. No hay allí distinciones reales más que las que se utilicen para los análisis particulares.

Política Obrera, primero, Prensa Obrera, después, y Política Obrera nuevamente han sido los grandes defensores en América Latina de la dictadura proletaria. Por las características del desarrollo histórico de nuestras naciones, ésta siempre se ha presentado de una manera relativamente oscura a las masas. Esto porque para países que enfrentaron el despotismo colonial o luego dictaduras imperialistas la defensa de la democracia se ha transformado en una bandera de lucha inclaudicable. Y sin embargo, como es sabido, la democracia burguesa no representa más que la dictadura de la minoría poseedora sobre la gran mayoría obrera. Se trata de la dialéctica de la democracia que tiene siempre en su germen a la dictadura. Por eso la lucha por la dictadura del proletariado es en realidad la lucha por la democracia real, y sin embargo, no deja de ser la dictadura impuesta por la mayoría sobre las minorías. Este es quizá el punto crucial que hace a la creación de nuestra tendencia y se expresa en la negación de la dirección que usurpó el partido en elevar la consigna de asamblea constituyente, expresión reivindicativa de las luchas transicionales por la democracia obrera.

El proletariado argentino tiene también su historia, tan rica en eventos y creaciones como las masas más avanzadas del mundo. Protagonizó grandes huelgas dirigidas por anarquistas y socialistas, impulsó reformas educativas de las más avanzadas del mundo y hasta luchó inclaudicablemente por la libertad del Presidente Perón que traicionó definitivamente al movimiento revolucionario en 1955. Ha sido una tarea de enorme complejidad para los trabajadores distinguirse en diferentes etapas de la burguesía nacional, esto porque la oligarquía de nuestro país gestó una nación sumida a los dictámenes del imperialismo inglés y yanqui. Confundida por los intereses de una nación que en nada identifica los intereses proletarios, direcciones de todo color han virado a lo largo del último siglo y medio a la defensa de la revolución democrática que plantea la posibilidad de un gobierno en nuestro país que rompa con los intereses imperialistas y otorgue el poder a las masas en el marco del régimen de explotación del capital. Para aportar a esta variante el stalinismo estimuló entre las masas la teoría de la revolución por etapas que habla de la necesidad en nuestro país de desarrollar hasta el final el gobierno de la burguesía nacional en unidad con los campesinos. No ha entendido, o no querido entender, el stalinismo que la burguesía nacional autóctona debe su existencia al imperio porque en dos Siglos se ha negado al desarrollo autónomo productivo, industrial o científico. La burguesía nacional argentina fue parte del gobierno genocida de Videla porque su raíz se encuentra en los lazos establecidos con el capital imperialista. Política Obrera ha enfrentado en ese y todos los casos en que tuvo posibilidad la falsa elevación de la burguesía nacional como revolucionaria y le ha contrapuesto la dictadura proletaria como bandera. Es la herencia del verdadero leninismo que enfrentó a Kerensky. 

La oposición de izquierda al Partido Obrero no es, obviamente, la primera experiencia recorrida por los revolucionarios en levantar un ala izquierda a las direcciones entreguistas. Allí, claro, la memoria eterna de nuestra compañera Rosa Luxemburgo que denunció incansablemente la adaptación política de la socialdemocracia al estatismo burgués haciendo eco de las críticas que Marx había levantado contra los lasallistas que giraban al populismo. Tampoco es la primera experiencia en nuestro continente. En Chile mismo, durante la rebelión popular de los años cincuenta, el Partido Comunista se divide entre el ala que apostaba a una salida democrática y otra que llamaba a las masas a la insurrección armada, posiciones políticas que años después también se expresaron en el comunismo en argentina gestándose la fracción de René Salamanca en el cordobazo. La existencia de oposiciones en momento cruciales de la historia es parte de la naturaleza de la conciencia política de la clase obrera y es, de hecho, un paso ineludible. Puede el lector tomar las ilustres páginas de León Trotsky relatando las discusiones de abril al interior del partido que luego se expresaron con más fuerza en septiembre y octubre cuando la dirección del partido se negaba a organizar la insurrección para ocupar el Palacio de Invierno.

Por su parte, la tendencia también es fruto de su mismo desarrollo. No es casualidad que la oposición se haya elevado frente a las masas con la consigna constituyente planteada por primera vez de forma objetiva en América Latina por las páginas de Prensa Obrera en los meses previos a los eventos revolucionarios del año 2001. La tendencia del PO se hace cargo de la continuidad revolucionaria del proletariado argentino mientras la dirección oficial viraba al movimentismo democrático buscando elevar a sus cuadros al mero régimen parlamentario.

Finalmente, la tendencia es otra expresión objetiva de la subjetividad de las masas obreras que en las últimas dos décadas han continuado el legado del argentinazo y entablan movimientos antiburocráticos en sindicatos, escuelas y universidades. Es esta otra expresión del enfrentamiento del proletariado contra la burguesía nacional opresora que estatizó las organizaciones que nuestro proletariado había creado al calor de grandes luchas a principio de Siglo. Claro que una de las experiencias materiales más concretas de este proceso es la expulsión de la burocracia del sindicato nacional del neumático por parte de sus trabajadores. Lo mismo representa la formación de oposiciones clasistas en todo el país y la recuperación de innumerables comisiones internas. La escuela obrera antiburocrática se transformó en nuestro partido en la lucha contra el parlamentarismo burgués agotado y su reemplazo por la acción directa que imponga un gobierno obrero. Es esta la continuidad del argentinazo pero que es también el desarrollo vivo del cordobazo, el santiagueñazo, los piqueteros de Cutral Có, de Salta, los obreros de los ingenios del Norte, los movimientos de lucha del conurbano y hasta la lucha de las mujeres obreras en todo el país que se levantan contra el despotismo capitalista sostenido por el clero, el Estado y las burocracias sindicales. Si la experiencia de la tendencia de nuestro partido se eleva a toda la clase obrera, Moyano debería tener los días contados.


Le tendencia del PO es la conclusión de infinitas variantes históricas pero siempre enmarcadas en bases políticas creadas a partir de la experiencia de las masas. Eso, y no otro cosa, es un programa. El programa se eleva luego al tándem de ideas teóricas y hasta abstractas que marcan un camino. Como bien remarca Marcelo Ramal en el número nueve de nuestro periódico, la guía de acción de nuestro partido ha sido la combinación entre el agotamiento del capital y el desarrollo de la crisis económica, ya no sólo de sobreproducción sino también de insensatez frente a pestes como el Coronavirus. Las tareas por delante son también infinitas como el pasado que las antecede. Esa es también la dialéctica de la historia que asumimos los revolucionarios.

Maximiliano Laplagne



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