Una
de las características de las grandes crisis humanitarias es que
ponen a prueba todo aquello que antes había sido teoría pura. En el
caso de la tesis que plantea el agotamiento definitivo del desarrollo
de las fuerzas productivas bajo la organización capitalista de la
sociedad – tesis fundacional de la IV internacional - había
intentado ser disimulada por las potencias imperialistas bajo el
supuesto crecimiento exponencial de la tecnología comunicacional y
espacial de los últimos treinta años. Facebook y Microsoft, según
los tan mentados líderes del imperio, justificarían la bonanza y el
progreso del Capital. Tanto habría sido el progreso que desde hace
cinco años el pentágono no cesa de señalarle a la Casa Blanca la
necesidad imperiosa de restringir el acceso a la información de las
grandes empresas informáticas que han transformado al sistema de
espionaje yanqui en lo más anticuado de las modas de investigación
secreta.
El
imperialismo no es sólo un sistema de concentración económica de
la riqueza mundial, sino también la reacción al desarrollo
productivo individual de naciones, pueblos y clases sociales enteras.
Ha sido el imperio británico, por ejemplo, el encargado de financiar
a fines del siglo XIX la guerra de los estados chilenos y argentinos
contra el pueblo mapuche, traducida en el lenguaje criollo como
Conquista del Desierto y en Chile como Recuperación de la Araucanía.
Lo mismo sucedió con el pueblo guaraní, aliado al Estado Paraguayo
y devastado por Mitre, Roca y Sarmiento para garantizar el monopolio
del comercio marítimo inglés en el Río de La Plata. Ningún país
de América Latina, dirigido en todos los casos por oligarquías
aliadas a los diferentes imperios ha conquistado en el último Siglo
la capacidad de aislarse política y socialmente del resto del mundo
para hacer frente a ningún crisis de ningún tipo. Tampoco, claro,
lo hubiese logrado un régimen socialista dado que cualquier sistema
económico que rija desde el día de hoy se insertará en la
mundialización del mercado capitalista.
Las
potencias imperialistas no han podido en ningún momento hacer crecer
las fuerzas productivas del planeta porque su misma existencia
responde al agotamiento del capital. Todo invento técnico,
científico o tecnológico del último Siglo ha tenido como único
objetivo la guerra que propicie la destrucción de capital, ya sea
entre países imperialistas o de países imperialistas a países
oprimidos. El mismo Internet que ha potenciado como nunca antes la
comunicación global del planeta es un diseño de la aviación para
batallar durante la primera guerra mundial. Ni el Estado de
Bienestar, ni el fascismo de ningún color, ni los gobiernos
democráticos de ningún tipo han logrado revertir la tendencia
histórica a transformar la explotación capitalista del proletariado
en trabajo socialmente inútil. Si el Capital dispuso en sus inicios
de todas sus fuerzas para hacer frente a las pestes y hambrunas que
asolaban a los campesinos medievales, el Corona-Vid 19 ha llegado
para asentar que no existen condiciones sanitarias para hacer frente
a nuevas pandemias. El capital se desvanece en principio morales y
consejos a los ciudadanos mientras se exige la continuidad de
producción inútil, sin ningún tipo de planificación social y
hasta deficitaria como lo es la extracción de petroleo desde hace
varios meses.
Gobiernos
que jamás han invertido en el desarrollo científico comunitario se
ven obligados a hacer papelones por televisión. En Italia el Estado
habla de iniciar la selección de pacientes para ser atendidos,
filtro que por supuesto partirá de la diferenciación social entre
las clases que puedan o no acceder a la medicina. En América Latina
el caso de Chile es subrepticio porque el mando del Estado bajo el
crecimiento de la epidemia ha quedado en manos de una camarilla que
no llega al cinco por ciento de aprobación popular. Al igual que
todos los gobiernos del mundo las únicas medidas tomadas han sido de
carácter punitivo bajo la adopción de castigos a aquellas personas
que no cumplan la cuarentena o a reuniones de más de quinientas
personas. Hoy mismo los medios oficiales han dado a conocer un
acuerdo sellado en La Moneda e incentivado por el mismo Partido
Comunista que insta a clausurar momentáneamente el debate
constitucional. Pero de medidas sanitarias ni hablar. Chile cuenta
con uno de los mejores sistemas de salud del mundo heredados del
gobierno de Salvador Allende e inspirado en la medicina cubana, pero
el mismo, como se sabe, ha sido clausurado a las grandes masas bajo
las privatizaciones sanitarias de la dictadura de Pinochet luego
sostenidas por la derecha o la Concertación democráticas. El
Coronavirus emerge para el gobierno chileno como una salvación. Y
sin embargo debe decirse que Piñera juega con fuego y lo que ha
logrado en los últimos dos días es la intervención colectiva de la
clase obrera que se niega a asistir a sus lugares de trabajo. Los
empleados de comercios de los grandes malls de Santiago y Viña se
han agrupado para cacerolear y cerrar los shoppings. La misma CUT, la
central del silencio y el abandono histórico a la revolución, debió
volver a aparecer en escena exigiendo “medidas de urgencia”. Por
su puesto que no ha llamado a la gran masa obrera chilena a
organizarse ni mucho menos a planificar una salida conjunta a la
crisis sanitaria.
Frente
a este panorama explosivo en el que los medios mundiales castigan a
quienes salgan a las calles pero los patrones castigan a los
empleados que no asistan a sus trabajos con despidos y rebajas
salariales han aparecido los históricos defensores de la política
estatal como recurso sagrado de administración eficiente. Un
disparate. La misma crisis ha puesto de manifiesto que los estados de
todo el mundo no sólo representan el interés de los grandes
capitales sino que son los mismos funcionarios estatales en muchos
casos los grandes capitalistas. En Argentina la burguesía nacional
en alianza con el gobierno no ha cesado y no cesará un minuto de
estudiar minuciosamente las tablas de contaduría no para lograr la
redistribución utópica con la que sueñan los estatistas sino para
lograr llegar al mayor pago posible a los acreedores de la deuda
externa. Es que una enorme porción de los títulos pertenece a ellos
mismos. Desde ya aclaramos que será imposible hacer frente a la
crisis sanitaria, que requerirá de inversiones históricas de fuerza
de trabajo y desarrollo tecnológico, de la mano del pago de la
deuda.
La
cuestión del Estado es todavía más cruda observada desde un punto
de vista global. Los bancos centrales de las potencias imperialistas
se han convertido a fuerza de la compra de títulos públicos en los
dueños del capital en circulación. De esta forma la Unión Europea,
Japón o Estados Unidos se transforman en los grandes árbitros del
desarrollo capitalista que se ve imposibilitado de hacer frente por
su cuenta al crédito internacional. Pero por supuesto que los
Estados utilizan su arbitraje como forma de darle continuidad a la
explotación y el sometimiento capitalista, fundamental para
sostenerse como gobiernos. Asistimos a una etapa de grandes choques y
contradicciones entre capitales y sus Estados, sí, pero que anticipa
reordenamientos bélicos entre las potencias, acuerdos de guerras
internacionales y avances contra conquistas proletarias. La etapa
imperialista sigue siendo la de guerras y revoluciones que han pasado
de ser ideas para ser carne. Chile.
Impulsados
por el arbitraje político a la cual la pandemia empuja a los Estados, los
estatistas no sólo teorizan al respecto sino que impulsan entre las
masas posiciones contrarrevolucionarias como la necesidad de
someterse al arbitraje sanitario de quienes nos han llevado a la
barbarie. Las exigencias reivindicativas no deben confundirse con el
planteo del reforzamiento estatal, al contrario, lo desnudan. Las
medidas tomadas por todos los gobiernos del mundo han tenido como
objetivo la regimentación que pueda contener dentro de lo posible la
tasa de ganancia obtenida mediante la explotación obrera. La
respuesta ha sido el abandono masivo de fábricas en Italia y España.
Los empleados de Mercedes Benz abandonaron sus tareas y se
dispusieron en paro hasta que se garantice su salario y continuidad
laboral, algo que sólo será conquistado, cuarentena mediante, con
la organización política. Quizá como nunca antes en la historia
global ha quedado marcado que dos clases sociales de carne y hueso
tienen objetivos totalmente distintos para con el mundo. La
deliberación política que desata la pandemia pondrá en boca de
miles de millones de obreros el atraso capitalista, siempre expresado
en sus particularidades regionales y sociales. En países como
Argentina y Chile, donde el agotamiento productivo ya era patente
previo al coronavirus, la peste traerá la debacle política y
financiera. Como nunca antes en nuestra historia ha quedado planteada la organización política de la clase obrera por el poder. Las
relaciones sociales de producción han entrado en contradicción con las
fuerzas productivas. La teoría ha pasado a los ojos prácticos de
las grandes masas. Impulsamos la reorganización política de los
estados mundiales bajo un nuevo régimen impulsado por asambleas
constituyentes que destruyan las actuales relaciones sociales de la
barbarie y la reemplacen por el avance científico de la medicina
contrario al lucro privado y apto para salvarnos de las pestes. Este objetivo sólo podrá ser alcanzado con la deliberación y acción política del proletariado internacional, y de ninguna manera con su expulsión de la vida política dejada a merced de los gobiernos capitalistas. Nuestras vidas, como se dice en estos días por todo Italia, valen
más que sus ganancias. La dictadura del proletariado es la tarea de la actual etapa política.
Maximiliano
Laplagne
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