No es casualidad que el crimen crezca en los barrios más pobres de la Ciudad. La Policía Bonaerense es experta en el reclutamiento de jóvenes que se han visto obligados a abandonar sus estudios, trabajos o proyectos de vida. Es la misma Policía que garantiza los operativos de ingreso masivo de drogas de todo tipo a la ciudad siempre de la mano de los diferentes gobiernos. Son conocidos con nombre y apellido las personas de Berazategui que encabezan las redes de narcotráfico entrelazadas íntimamente con la gestión del ex intendente Patricio Mussi. Cuando son apresados muchos de ellos terminan denunciando trabajar para las mismas comisarías que los detiene. Un lavado de manos en el cual quienes terminan ganando son los grandes bancos donde se blanquea el dinero de la delincuencia organizada. Las familias de jóvenes que no encuentran otra salida en su vida que el recurso del crimen se ven sumidas en un círculo vicioso infinito que aturde sus vidas y la degrada miserablemente. La pandemia ha recrudecido en pocos meses el estado calamitoso de esta situación.
Por su parte, la gran masa de trabajadores de Berazategui es quien sufre las consecuencias de la inseguridad. Robos, secuestros, tiroteos, en Berazategui no falta nada. Se vuelve un calvario la vida de los obreros que se ven imposibilitados de transitar en paz sus propios barrios y resguardar las vidas de su familia.
A raíz de esto se ha sucedido un debate virulento en la ciudad que debe ser puntillosamente desarrollado. Los medios de comunicación locales, luego también fogoneados por los grandes diarios nacionales, han desarrollado una brutal campaña de persecución al crimen en defensa del gatillo fácil. Esconden las verdaderas razones de la inseguridad e intentan colocar en el centro del debate a los “pibes chorros” omitiendo las verdaderas responsabilidades políticas del crimen: la liberación de los barrios por parte de la Policía para el avance del narcotráfico e incluso las redes de trata de explotación no sólo de mujeres sino también de niños y jóvenes.
La aplicación del gatillo fácil como política oficial debe ser rechazada de plano. Implica la habilitación de facto de la pena de muerte antes de cualquier tipo de juicio. Pero, sobre todo, no implica ninguna verdadera solución al problema de la inseguridad porque la policía sólo asesina a aquellos jóvenes que ya no le sirven a sus fines o, como se dice en el barrio, que se “retoban”. Festejar la muerte de un delincuente en nombre de la seguridad es una falacia que abre el camino a políticas de escraches fascistas y persecuciones.
Esto no reemplaza de ninguna manera la necesidad imponente de organizarse contra la inseguridad. Varios vecinos han llamado a movilizarse. Pero la movilización debe tener en claro sus objetivos y contenido, debe implicar una denuncia clara contra el Estado responsable del crimen y la descomposición social por lo que debe ir necesariamente unida a las exigencias políticas que apunten a sacar a los jóvenes de los barrios del crimen. Resulta urgente, por ejemplo, un plan masivo de construcciones de viviendas y la extensión de la red hospitalaria en reemplazo de toda la producción que no resulte esencial durante la cuarentena. Los sindicatos que han estado a la cabeza de las grandes movilizaciones locales de los últimos tiempos deben encabezar la lucha expresando que son los obreros quienes tienen la clave para reorganizar la sociedad de forma opuesta al Estado criminal de los Mussi. Docentes, trabajadores municipales, del vidrio, del papel y textiles debemos organizarnos exigiendo la inmediata investigación de todos los agentes de la Policía local y sus relaciones con el narcotráfico.
En los próximos días se combinarán en nuestro país un crecimiento masivo de la pandemia con la crisis de deuda que llevará el país al borde de la cornisa. Los ya escasos recursos sanitarios y asistenciales del Conurbano irán al colapso. Los aguinaldos intentarán ser desarmados. Pero también las clases poseedoras irán al colapso como consecuencia del quiebre masivo de empresas y comercios. Se inicia un proceso de fuerte enfrentamiento político que requerirá la dirección clara y responsable del proletariado que debe poder ponerse a la cabeza de todos los reclamos populares, incluso la inseguridad. Educar al pueblo en métodos que superen el atraso policial es una forma de preparar un gobierno de trabajadores que acaudille al resto de las clases sociales a un mundo donde la delincuencia organizada desde el Estado quede enterrada en el pasado oscuro de la Argentina.
Tomás Ridel
Comentarios
Publicar un comentario