Siempre
resulta de particular interés una revisión de la política alemana,
en este caso, por la claridad que nos ofrece. El periódico
Francfurter Allgemaine,
histórico representa de la ultra derecha alemana ha encontrado una
variante estilística a la exigencia capitalista de levantar de forma
urgente la cuarentena mundial: “Una señal clara del levantamiento nos podría llevar a
una segunda ola de infección”, nos dicen y agregan que “por ello la
vuelta a la normalidad no puede ser la vuelta al libertinaje
(befreiung Wird)”. En fin, levantemos la cuarentena sólo para reactivar la
explotación capitalista y nada más. “De la casa al trabajo”
como si los lugares de trabajo no hayan sido en Italia y en todo el
mundo los grandes centros de infección.
Pero
el de los nazis no es el único ataque a la cuarentena. Como sucede
hace un mes en casi todo el mundo, también en Alemania la izquierda
parlamentaria se ha sumado a la demagogia de las libertades
individuales que se verían afectadas por el estado de cuarentena
¡Cómo si salir a la calle
con permanente riesgo de contagio fuese un hecho libertario! Die
Linke, mediante sus voceros en
el europarlamento, nos dice que “las medidas para enfrentar al virus no deben ir de la mano de
la cancelación del derecho de reunión”, “que las medidas del
gobierno están asociadas a restricciones masivas a derechos humanos
elementales” y le suman su costado sentimental pues “la
crisis golpea a los que menos tienen y se ven imposibilitados de
salir a trabajar”. Todas estas declaraciones se pueden encontrar en
el portal oficial de Die Linke. Se trata de un ataque descarado al proletariado
europeo que a fuerza de huelgas, reclamos y muertes sufridas le
impuso la cuarentena a casi todo el continente.
El
caso alemán nos lleva por analogía a la Argentina. La
propia Merkel se ocupó de aclarar hace unos días que la cuarentena
debió ser impuesta para evitar la saturación hospitalaria que se
vivió en Italia y España por lo que luego de instalar nuevas camas
y fabricar o importar varias toneladas de insumos ya existirían las
condiciones adecuadas para una “transición a la normalidad”. Es,
en sus matices, la política que desarrolla Alberto Fernández en
compañía de su nueva junta de gobierno con las provincias y la Ciudad de Buenos Aires. De mensajes estrictos que
inducían a la población a quedarse en su casa, los medios oficiales
como Página12 han virado a las mil y unas maneras de disimular
mediante palabrerío progresista la “reapertura de la economía”.
De agitar la imposición de un estado de sitio mediante videos de
Berni y la policía Bonaerense Página12 se pasa a los mensajes
izquierdistas rechazando en un artículo titulado “Propuestas para
flexibilizar la cuarentena” lo que denomina “otra disfunción de
moda”, esto es “empoderar y elogiar a las fuerzas de seguridad
cuyos precedentes históricos son pésimos en general” (P12, 19/4).
Como se sabe, la izquierda
parlamentaria alemana hace escuela hace años.
El
gobierno nacional no arbitra entre intereses de clases opuestos
(cerrar o continuar la cuarentena), más bien defiende los intereses
del capital pero debe hacerlo de acuerdo a la realidad que le imponga
la lucha de clases. Su propio gobierno es fruto electoral de batallas
obreras decisivas contra el gobierno de Macri que paralizaron la
aprobación de una reforma laboral luego de las jornadas de diciembre
contra la reforma previsional. No se debe olvidar que el propio
Fernández comenzó la cuarentena afirmado que seguiría el fútbol
(la dirección política de Boca luchó por ello hasta las últimas
consecuencias, como lo esta haciendo Merkel que ya afirma la vuelta
de la Bundesliga para mayo) e incluso el primer día de cuarentena obligó a
trabajadores estatales y docentes a asistir a sus lugares de trabajo.
La aplicación definitiva de la cuarentena fue la consecuencia de la
desobediencia general de los trabajadores frente a las noticias que
llegaban del mundo entero. La
imposición de la cuarentena en todo el país debe ubicarse en
consonancia con las rebeliones populares que recorren la Argentina
desde varios años.
Como
se sabe, Argentina asistirá a una bancarrota irremediable en los
próximos meses que se asentará todavía más como consecuencia de
la crisis mundial de sobreproducción de petroleo que deja los planes
de Vaca Muerta enterrados en el olvido. Toda
la clase capitalista es consciente de esta situación a la vez que
tiene en claro que en las actuales condiciones sociales es imposible
la “reactivación del mercado” que prentenden mediante el quiebre
de la cuarentena. No existe mercado creado por el capital, ni planes
industriales ni estrategias financieras porque la crisis económica
es previa a la explosión del coronavirus y la peste la ha llevado a
niveles históricos. En términos del capital asistimos al nivel de
retracción de la economía que en cinco años nos llevo al 2001,
pero ahora asentada en semanas. De esto se desprende que el intento
del capital por arremeter contra la cuarentena se ha transformado en
un problema estrictamente político que apunta a un golpe decisivo a
las relaciones sociales de producción mediante el reviente de
convenios laborales, despidos en masa y una reforma laboral que La
Nación no para de afirmar que
“se está haciendo sola”. Pero nada surge de la nada. La omisión
del gobierno sobre el aspecto laboral de la crisis es una señal de
dejar pasar.
Ahora
bien, la
cuarentena continúa para enormes porciones de la población. Incluso
allí donde se levanta los obreros responden con protocolos de
prevención estrictos. El
gobierno nacional tiene en claro que su llegada al poder implicó la
derrota de los planes de Trump, Macri y Bolsonaro en América Latina
a la vez que conoce al dedillo la imposibilidad de reactivar el PBI.
De nuevo ¿significa esto que el gobierno se posiciona del lado de la
clase obrera contra el capital? De ninguna manera. El intento de
reabrir la industria del neumático y las señales de reactivar la exportación demuestran lo contrario. Pero el gobierno es
consciente de que las disposiciones finales de la política se
encuentran siempre enmarcadas por la lucha de clases. Es ante esta
situación, ante la posible imposibilidad que tenga el gobierno de
levantar la cuarentena por sus medios, que la burguesía prepara un
recambio político, esto es, un golpe de estado. En definitiva la burguesía que apoyó a Fernández lo hizo para avanzar contra la clase obrera y no permitirá otra orientación.
Este
problema nos devuelve al año 2016, cuando el parlamento brasileño
aplicó el impeachment contra Dilma y entregó la presidencia a
Temer. En aquel momento la
izquierda infantil se encargó de gritar a los cuatro vientos contra
el Partido Obrero que desde nuestro país denunciaba un golpe de
estado en Brasil. Los infantilistas fueron incapaces de comprender
que el golpe preparaba las condiciones para reformas brutales contra
la clase obrera e incluso intentaban preparar a las masas para el
fascismo luego corporizado por Bolsonaro. En aquellos días se decía
que no podía haber golpe de estado porque las fuerzas armadas no
habían entrado en juego y ¡justamente! la prueba más clara del
golpe de estado se encontraba en la inacción de los militares en
defender al gobierno. En nuestro país debemos decir que las señales
golpistas que se preparan todas se presentan en nombre de la
democracia y la república.
Clarín
y La Nación
como eternos voceros del capital han picado en punta. No sólo han vuelto a un ataque desmedido contra la
corrupción K calificando de inconstitucionales la prisión
domiciliaria a Boudou, los Baez y Jaime sino que se sumaron a los
ataques libertarios. En un artículo titulado “La cuarentena no
reemplaza a la República” Clarín nos
dice que contra las arbitrariedades de la cuarentena “es necesario
defender las instituciones y su funcionamiento y salirnos de los
estados de excepción que hagan de la cuarentena un encierro de las
libertades” (20/4). Por su parte, la Nación que
no ha tenido pudor en defender el estado de sitio impuesto por el
chileno Piñera denuncia que nos encontramos en presencia de un “mega
estado, un estado que se expande y lo hace sobre nuestras garantías
con la excusa de la peste” (21/4). ¡La excusa de la peste! Las expresiones políticas de esta
falsa defensa de la democracia tienen colores variopintos. Allí nos
podemos encontrar con los funcionarios del PRO alegando por la
reunión presencial del parlamento, la reglamentación que pretendía
encerrar a los mayores de setenta años, las repetidas declaraciones
de Pichetto sobre los riesgos que implica vivir y hasta el intento
desmedido de Kicillof por vestir de progresista la “reapertura de la
economía”. Como se ve, el capital tiene en mente un recambio que
tendrá sus escenas cruciales en los próximos días. Del desarrollo
de la crisis surgirá también el capital político con el que
contarán para imponer un golpe en la argentina en caso de ser
necesario.
Ahora
bien, la crisis nos lleva a los obreros a la necesidad de discutir
una salida propia. Si la imposición de la cuarentena es fruto de la
lucha de clases también lo será su continuidad. Surgé el problema
para nuestra clase social de que dadas las circunstancias
particulares nos es inevitable apoyarnos en el aparato del estado que
es el capaz de sostener la cuarentena. Desde este punto de vista denunciamos cualquier intento golpista que sólo servirá para intentar levantarla y someter a la masa obrera a peste. Desde este ángulo los obreros debemos pujar por dos aspectos cruciales de la situación: sostenimiento de la
cuarentena en la gran mayoría de la población y el desarrollo
sanitario que sea capaz de salvar a la Argentina de una masacre como
las de Europa o Estados Unidos. Apoyamos todas las medidas que
apunten a expropiar recursos al gran capital pero siempre de la mano
de un plan de acción político y económico que planifique su
utilización para salvar a las grandes masas del hambre que no
tardará en expanderse. Que se apruebe el tan mentado impuesto a las grandes fortunas pero no se utilice para subsidiar a los capitalistas propietarios de las grandes fortunas.
Otra
cuestión crucial. Las presiones de la crisis nos han llevado en
varias situaciones a otorgar determinadas concesiones a la política
estatal del capital que en otras situaciones deberíamos rechazar de lleno. Por ejemplo: la recurrente exigencia de la
centralización y estatización del sistema de salud. Esta
orientación puede servirnos eventualmente como guía para los
reclamos urgentes siempre y cuando se tenga en claro de
que se trata de una contradicción en términos. Es que el sistema de
salud en los países capitalistas forma otra cadena del eslabón de
producción capitalista, incluso los institutos de salud estatales
cumplen la función de atender la calidad de vida de la fuerza de
trabajo pero siempre de acuerdo a los dictámenes sanitarios de los
grandes capitales, principalmente, farmacéuticos. Se cura de acuerdo a las imposiciones capitalistas. Todo el sistema
sanitario, desde la misma formación en las facultades de medicina,
se encuentra hoy orientado por los grandes monopolios. Se utiliza el
desarrollo científico subsidiado por el estado (es decir por la
población) para alentar el mercado privado que va desde los
materiales ópticos más simples hasta las operaciones de alta
complejidad que cotizan en la bolsa de Nueva York. Los mismos
directores de hospitales públicos funcionan como CEOs empresariales
en búsqueda de negociados ya sea que le permitan un crecimiento
privado o la búsqueda de recursos propios para los hospitales
desfinanciados. La centralización socialista del sistema de salud
requiere la organización política en cada una de las unidades
sanitarias, la reorganización social de la medicina y no solamente
la entrega del arbitraje de las políticas sanitarias a los
diferentes gobiernos. Es esa, por ejemplo, la orientación que ha defendido el Frente de Izquierda insitando a Larreta a centralizar el sistema de salud.
La
lucha en defensa de la cuarentena se combina con la lucha de los
trabajadores de la salud en defensa de su propia vida y el cuidado de
los enfermos, cuestión que transforma la lucha reivindicativa inmediatamente en una lucha política contra el interés natural del capital. El alto grado de tensión que requiere la tarea plantea
un enfrentamiento inédito de la clase obrera contra el capital. Las
luchas unirán mediante comités de huelga o cualquier tipo de
organismo de lucha a obreros que quizá nunca se habían acercado a
los debates políticos. Será crucial el rol de los cuadros y agitadores revolucionarios en ellos. De estos órganos surgirán necesariamente
nuevas organizaciones que plantearán la disputa por el control de
hospitales, centros de salud y por la imposición colectiva de la cuarentena. A la vez
que los capitalistas preparan el recambio por arriba, los obreros
preparamos el recambio por abajo. Es el fenómeno por excelencia del
doble poder de los tiempos revolucionarios. De una de ellas surge una dictadura más virulenta del capital, de la otra la dictadura del proletariado. De las victorias
obtenidas cuidando la vida de todos nuestros obreros partirán las
premisas de un gobierno obrero.
Maximiliano Laplagne
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