Los
académicos contemporáneos viven de la fantasía escolástica.
Encerrados entre papers pretenden explicar la historia de las ideas
como el pasaje del Mito al
Lógos. Así, la
filosofía griega habría venido como un héroe del cielo a salvar a
la humanidad de todos los problemas especulativos colocando
a nuestras neuronas en el
camino de la ciencia ¡Qué
truchada! De esa forma nos querían decir que su filosofía
era lo esencial. No valdría de esta manera ir más allá de las
ideas platónicas o de la ousía
aritotélica. En todo caso, todo lo demás era un desparrame de idea
o una emanación constante de una fuente inagotable de verdades.
Cuántas veces desde Cicerón en adelante se volverá a repetir la
irreductible existencia de cuatro tipos de seres distintos. Pero el
cuatro, por definición, niega la infinitud.
Mucha
tinta se ha gastado en reivindicar el pensamiento místico. Una y
otra vez, vuelve. Disfrazado de historia a veces o embriagado en el
néctar del discurso científico, pero siempre vuelve. Miente el
paciente durante su terapia psicoanálitica y encuentra entonces allí
alguna que otra verdad. Mitómanos por excelencia los medios de
comunicación nos crean grandes mitos para anestesiar la existencia.
Sanadoras sagradas del pueblo
las abuelas del Conurbano nos curan el empacho bajo rigurosos métodos
clínicos.
Hemos
estudiado en este curso el proceso que va desde la antigüedad hasta
nuestros tiempos en lo que refiere a la evolución del pensamiento
filosófico. Hemos observado que el alma puede ser estudiada desde
diversas perspectivas. Los griegos la comprendieron como la
exaltación de lo
divino en nuestro interior carnal, por ello existe una estrecha
vinculación entre el vino y lo anímico. La borrachera, en este
caso, haría resaltar los aspectos ocultos de nuestro ser poniéndolos
a la vista del mundo. El psicoanálisis, en cambio, se
resguarda para sí la visión científica del alma. Allí la
etimología psicología
(Lógos – ciencia,
Psiché – alma).
Pero obsérvese el carácter místico de este aspecto de la realidad
¿una ciencia del alma? ¿una ciencia de aquello que no se puede ni
ver, ni tocar, ni escuchar?
Sigmund
Freud, padre del psicoanálisis, hizo una de las afirmaciones más
rutilantes para la historia del pensamiento humano. Afirmó que su
teoría es la tercera de tres grandes golpes al egoísmo de la
humanidad al que llamó narcisismo. Narciso es un personaje de la
mitología griega conocido por el enorme amor a sí mismo. Hijo de
una madre violada sexualmente por su padre, Narciso quiso
hacer de sí mismo la cura de todos sus males. Tanto se amaba que un
día caminaba por el bosque y al ver su silueta espejada en el lago
sintió un enorme deseo de besarla. Al agacharse, Narciso se hundió
en el lago y murió preso de su propio admiración. El narcisismo es
para Freud una de las características históricas del ser humano: el
amor a nosotros mismos.
Pero
decíamos: el narcisismo recibió tres grandes golpes.
El
primero de ellos viene del descubrimiento de Galileo Galilei. Como es
sabido, Galileo fue condenado a muerte por defender frente al mundo
entero que la Tierra giraba alrededor del Sol. La iglesia cristiana,
por supuesto, rechazaba esta idea por la simple razón de que
contradecía lo dicho en la Biblia.
Pero, nos preguntamos ¿es esa la única razón por la que Galileo
fue rechazado? ¿No será que el descubrimiento de Galilei
significaba el fin de una época para la humanidad? De hecho, algo de
eso hay al punto de que nuestro lenguaje cotidiano a veces vuelve a
una clásica referencia: ¡Pero qué te crees el centro del universo,
gil! Claro, allí está la clave, ¡no somos de ninguna manera el
centro del universo! Al contrario, el universo se descubre cada día
como infinito en su existencia y posibilidades. No sabemos ni cuántas
galaxias existen realmente ¿cómo íbamos a ser nosotros el centro
del multiverso?
Pero
hay aún más. Desde la teoría de la evolución ya no sólo sabemos
que los terrícolas no somos el centro de atención sino que, ademas,
los seres humanos tampoco somos una especie distinta y especial a las
demás. Las teorías que definían al ser humano como un ser
esencialmente racional en contraposición a la irracionalidad animal
van a tener que cambiar algunas criterios. Ya no existe eso de la
esencia de una especie porque todos los seres vivos somos el proceso
de una historia evolutiva incesante devenida desde una y sólo una
especie en común. Si los humanos desarrollamos nuestras neuronas no
se debe a características especiales o semi-divinas como creyeron
Homero y Platón, sino a la necesidad de utilizar las manos que el
medio ambiente le impuso a nuestra especie. Entonces, dejamos de ser
el centro del universo y ahora tampoco somos el centro de nuestro
propio planeta.
Pero
hay más aún, porque nos falta un tercer golpe al ego. En este caso
se trata de la teoría psicoanalítica misma y el descubrimiento
científico del insconsciente. Según esta visión, ya no sólo no
somos el centro de la Tierra sino que los seres humanos no somos
tampoco el centro de nosotros mismos. Nuestra
voluntad, nuestro deseo o – en criollo – nuestras ganas de hacer
algo no nos lleva directamente a la acción. Se hizo viral hace unos
días un texto de la psicoanalista Alexandra Kohan en el que explica
esto de una manera absolutamente simple: ¿cómo se explica que
aunque quiera dejar de comer harinas al otro día me esté clavando
un plato de fideos y mojando el pan en el tuco? Algún tipo de
actividad anímica interna cancela nuestros deseos, los cuales a
veces se hacen cumplir por la fuerza, de una manera muy distinta a la
que esperamos.
Muerto
el narcisismo el yo se esfuma. El cogito cartesiano
(pienso, luego existo) se muestra ahora como una abstracción ideal
alejada de lo concreto y material de nuestra existencia. En el Siglo
XVII, además de Galileo, Giordano Bruno fue condenado a muerte.
Primero pasó dos décadas en prisión. Razón: ¡decir que el
universo es infinito! En su tiempo los autores de Rick y Morty no se
hubiesen salvado de la hoguera. Pero, otra vez, a la iglesia no solo
le molestaba la teoría de universos paralelos, le molestaba el
propio criterio de infinitud, el cual puede ser tranquilamente
aplicado a la personalidad humana. De esta manera, ningún esclavo
podría haber sido definido esencialmente como un esclavo pues en el
ser de cualquier sujeto subyacen infinitas posibilidades de formas de
vidas posibles. El “mundo”, tal como nos lo venden, también se
caería a pedazos y daría lugar a la infinitud de formas posibles.
Pero
la teoría de Bruno no se adaptaba a su época. Necesitó y aún
necesita de algún sujeto histórico revolucionario que rompa para
siempre las etiquetas del esencialismo y lo modifique por el
permanente fluir de la realidad. Necesita de una clase social que
revolucione las condiciones de vida estáticas
que han impuesto al capitalismo y que el Pity Alvarez popularizó con
su propio Homero. Necesita una clase social que se aferre al
misticismo
del empacho no para atacar a la ciencia, sino para poner su propia
iniciativa al comando de la transformación radical de la sociedad.
En este humilde ensayo queremos empezar a defender un tema que
abordaremos en próximas lecciones: la teoría de los mundos posibles
necesita de la clase obrera revolucionaria para imponerse
científicamente. La burguesía, por oposición, defiende la
inmutabilidad eterna del sistema capitalista y su desarrollo
productivo.
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