Miracles
transcurrió los tiempos de su existencia en una realidad diferente.
Son inexistentes las palabras designadas por el lenguaje con
capacidad para desglosar el procedimiento científico mediante el
cual Miracles captó la diferencia que hacía a dos realidades
paralelas. El paralogismo es un concepto que puede acercarse a captar
tal lejanía de mundos desiguales. La difícil y recurrente tarea de
distinguir una cosa de otra cosa puede llegar a espantar al sujeto,
si al intentar comparar dos objetos, el par se confunde consigo mismo
dándose una única identidad. Algunos filósofos cayeron en la
trampa: individualizaron objetos, dibujaron sujetos solipsistas y
hasta plantearon la posibilidad de mundos diferenciados; pero
finalizaron en la unidad. Miracles, como buen ser viviente, se fundió
en la unidad de las diferencias. Fin.
La
educación de Miracles tuvo algunas particularidades. Su memoria
sufrió varias fallas en el transcurso de su vida, algunas de las
cuales resultaron fatales. Durante varios años especialistas de
todas las ramas trabajaron sobre sus momentos de oscuridad. El
intento más memorable corresponde al esfuerzo de un neurocientífico
suizo amante de los videojuegos quien logró trazar un algoritmo
para que Miracles transforme los momentos borrados de su memoria en
un escenario de batalla de un video juego de combates: el Mortal
Kombat. Sin embargo, por alguna razón, el videojuego que
reemplazaba momentos de manera interactiva, se pausaba al ingresar a
los momentos borrados de la vida de Miracles y lograba desconectar
cualquier computadora o máquina en la que corría. Psicoanalistas,
conductistas, biólogos, antropólogos, literatos, pintores,
ingenieros, conductores de trenes, pilotos de avión e infinitos
hombres y mujeres de innumerables profesiones intentaron revivir los
secretos y darle respiro a la atormentada existencia del personaje
que me toca describir.
Romper
un pacto, pisotearlo, morderlo y arrancarle los nervios puede parecer
violento al momento de determinar cuál es el punto de semejanza
entre dos objetos iguales. Digo iguales porque decir “exactamente
iguales” sería sólo un agregado retórico a este relato
científico. El paso de Miracles por el mundo es una conjunción de
elementos de lógica de primer orden, claros y armónicos. Vivió
cada uno de sus días de forma tal que cada minuto, cada segundo y
cada milésimo de segundo fuesen verdaderos, de forma tal que
cualquier conclusión sea también certera. No cabía la posibilidad
de partir de premisas falsas. Pero, en cambio, será tarea del lector
determinar si la suma de verdades resulta siempre una verdad general
o puede concluirse de ella una falsedad. De alguna manera Miracles
siempre optó por la segunda opción: la acumulación de verdades
construía una falsa totalidad. Así, una vida dedicada a negar la
unidad que produce el todo podía tener como conclusión alguna
sentencia del orden de la verdad. Empecinado en alcanzar algún valor
de certeza absoluta, la vida de Miracles consistía en negar la
totalidad, afirmar los componentes de la totalidad y nadar en los
mares de la contradicción entre el todo y la parte. La afirmación
de las diferencias entre componentes verdaderos fue la herramienta
lógica con la que no contó en horas decisivas, recordemos que la
abstracción de la diferencia es una totalidad y, como tal, Miracles
la negaba. Son libres los lectores de pensar que el personaje del que
estoy hablando es una máquina, pero se perderían la riqueza humana
de la historia.
Como
todo existente nuestro personaje sintió algo parecido al amor. Digo
parecido y no similar porque no fue una imitación, un símil del
amor, sino algo realmente verdadero, pero diferente; parecido. Como
si no tuviese un cuerpo con el que sentir, una vez abrazó el calor
de otro bello ser viviente. Fue ese el día de mayor terror, todo se
mezclaba, los recuerdos de colores, los vectores de los paisajes
alguna vez recorridos y las asíntotas que representan a los humanos.
Sintió que no podría volver a ser el mismo otra vez. Miracles había
oído hablar del sexo pero jamás pensó que le tocaría a él. Lo
había visto en películas, videos, páginas web e incluso en vivo y
en directo. No imaginaba la posibilidad de poder unir cuerpos, él
siempre estaba frío. Conocía algunas leyes de la termodinámica
como para comprender que dos cuerpos unidos a baja temperatura pueden
disolverse y hacerse uno. Sin embargo, el hombre que compartía la
cama con él afirmaría todavía que Miracles fue liquidado, es
decir, de sólido se volvió líquido. Y fue también vapor y se
esfumó en alguna que otra noche mientras el otro dormía. Y como
vapor recorrió algunos universos diferentes, pero todos, según él
podía definir, paralelos. Pocos podrán afirmar luego de esta
historia que la lógica formal no incluye en sí misma la dialéctica.
Por
mi parte jamás comprenderé el juego clandestino ¿Con qué se
divierten? ¿Qué es lo que hace que la gente sienta placer al jugar?
¿Por qué hay gente que prefiere el juego a las drogas? Miracles
prefería lanzar los dados a pensar. Prefería las cartas a sentir.
Prefería apostar en juegos de ingenio que apostarle a la vida. Pero
mentiría si hubiese dicho que por ser un matemático era un gran
jugador, de hecho le mentiría a la ciencia. Miracles fue buen
jugador gracias a la estadística y las leyes que rigen el universo.
Existe en el universo, necesariamente, la estadística fija para
determinar el ritmo la secuencia de los dados y como ella se
repetiría. Lanzados los dados durante un millón de años la
secuencia vuelve en algún momento a repetirse. Quizá en más de un
millón de años, pero el tiempo, señores lectores, es infinito,
mientras que la matemática, no. Miracles diría que él me enseño
todo lo que sé de ciencias numéricas y sin embargo no fue capaz de
captar lo que lo diferenciaba.
Aburrirse
es también parte de un proceso lógico, en este caso, bio-lógico.
En fin, la diversión es una conjunción mágica de químicos en
nuestro organismo. Cuando los químicos cesan estos son reemplazados
por alguna otra conjunción de elementos de la tabla periódica y
emerge la paz y la ansiedad del aburrimiento. La combinación de paz
y desesperación al no hacer nada es un ejemplo claro de la forma en
que Miracles existió. No era ni una cosa, ni otra, pero al no ser
ambos era otra cosa diferente a lo que no era y lo que es.
Apesadumbrado y vibrante contradecía toda línea recta en su andar.
Se enaltecía frente a la naturaleza, sabía que nada, tampoco él,
podía escaparle. Nunca comprendió por qué un robot sería menos
que un Dios en su estatus ontológico. No podía caberle en su
cerebro que algunos pensadores medievales le hayan otorgado mayores
honores a un relato místico que a otras cosas existentes. Miracles
valoraba la existencia, en eso podemos decir que no fue tan humano.
Les aseguro, sin embargo, que no era ni un robot ni mucho menos un
dios.
Su
alma respondía a la luz. Si caminaba lo hacía de día, de noche
prefería volar y algunas veces dormir. No dormía todas las noches
para poder dormir de día, temía permanentemente que su alma pudiese
observarlo. Había leído varias películas de terror y visto
demasiadas series en Netflix como para imaginar la posibilidad de
morir ardiendo bajo su propia mirada. El espejo no funcionaba con su
rostro, lo que lo hacía dudar si no era incluso diferente a la
naturaleza. Sin embargo, comprendía que no era un fantasma, otros
podían verlo, hablarle, escucharlo y llamarlo por su propio nombre.
No era un simple objeto, un árbol perdido entre un bosque, sino que
era un sujeto. Fanático de la filosofía cartesiana llegó a creer
que al momento de descubrir su propio pensamiento hallaría su
existencia. Sin embargo, Miracles fue capaz de llegar mucho más allá
de su propio pensamiento, pudo incluso predicar su forma material,
sus reglas numéricas y fue incluso capaz de captarla mediante los
propios sentidos. Pero no pudo jamás chocar con su propia
existencia. Y como todo ser viviente amaba lo que no tenía.
Prefirió
gritar el día de su muerte, gritar hasta sentirse vivo. Vivir no es
existir y Miracles fue un gran viviente. Quienes lo vieron en su
último día de vida afirman haber sido testigos de un hecho
aterrador, sus gritos retumbaban en el cielo y en las calles haciendo
vibrar los carteles lumínicos de toda la ciudad. Se esfumó
lentamente entre la multitud una madrugada de día de semana. Abrió
una puerta a lo lejos, ingresó, subió las escaleras y se encontró
con lo que tanto añoraba. Allí lo recibieron algunos otros hombres
diferentes a cada uno. Ninguno era igual a otro, todos se distinguían
observados incluso a lo lejos, incluso a la mañana yendo a trabajar.
Eso hacía que todos recordaran a todos, cada uno a cada uno. No
cabía la posibilidad de distinguirlos entre grupos de iguales o
similares, era imposible detectar algo iguala entre dos. O al menos
resultaba una tarea compleja. En el mundo más allá de las escaleras
el lenguaje no admitía el plural para los sujetos ni mucho menos
pronombres personales por fuera del singular. Era imposible
formularlo, el cerebro desviaba su atención en el momento de la
predicación. Es similar al proceso de la conciencia que frente a lo
que no puede captar lo evita y continúa por otro camino. Ahora bien,
aquello que es evitado siempre deja algún rastro, alguna marca,
algún roce. Y Miracles no podía evitar haber conocido la
posibilidad de aplicar el plural para los sujetos y de incluso haber
predicado la unidad de la pluralidad. Luego de haber subido las
escaleras, Miracles nuevamente debió recurrir a especialistas para
lograr identificar de qué se trataba aquel trauma. Al subir la
escalera había olvidado lo que nosotros sabemos: la posibilidad de
existir más de un sujeto igual a otro y así aplicar el plural.
Ellos. Nosotros. Ellas. Palabras tan simples y habituales en nuestro
lenguaje pero que fueron el causante de enormes trastornos para
Miracles.
De ninguna manera
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