Espejo en el que deben mirarse Argentina y América Latina
En la décima jornada de protesta desde el pasado 13, hoy lunes 25 “más de 500,000 personas asistieron a la Marcha del Pueblo” para reclamar la renuncia del gobernador Ricardo Roselló. Así lo estimó el geógrafo, planificador e interpretador de imágenes aéreas, Jardany Díaz Salgado”. La semana anterior lo habían hecho 250 mil frente a La Fortaleza, la Casa Rosada de San Juan de Puerto Rico. El único antecedente a estas multitudes nunca vistas fue otra gran marcha histórica que reunió a 150 mil, en febrero de 2000, en un recorrido parecido al de hoy, para exigir el retiro yankee de la base naval de Vieques.
Puerto Rico tiene una población total de apenas 3 millones y pico de almas y es la única Nación del continente a la que se le negó sistemáticamente su independencia formal. Sólo cambió el collar de la dominación colonial hispana por la de los EE.UU. A fines del siglo XIX, precisamente como corolario de la segunda guerra de liberación de Cuba y de la interesada injerencia yanee en ésta, los EE.UU retacean, primero, la independencia de Cuba y estrangulan, después, el proceso independentista de Puerto Rico.
El proceso actual de movilizaciones se inició por la reacción popular contra el deschave periodístico de un intercambio de chats misóginos y burlescos en torno a la tragedia de un reciente huracán que se cobró la vida de casi 5 mil personas. Todos chats entre el gobernador y una clique de 11 altos miembros del funcionariado isleño acusados desde hace rato de corruptelas. En pocos días la movilización escaló proporciones gigantescas, recibió el aliento desde el cholulo Ricky Martin al combativo Residente y dio lugar a manifestaciones de boricuas en más de 50 ciudades del mundo entero, especialmente de los EE.UU., donde está diseminada una inmensa diáspora (se estima que en el extranjero hay más de 5 millones de puertorriqueños; una proporción de desplazados que sólo se compara con Palestina).
El estallido de Puerto Rico no es en absoluto un rayo inesperado. Los "truenos" que anunciaron esta tempestad se desataron hace rato: de ninguna manera pueden adjudicarse a la citada tragedia "natural", ni siquiera a la crisis fiscal que se desató en 2016/7. Puerto Rico es hace tiempo –aún sin ser un “estado independiente”, o más bien por su carácter lisa y llanamente colonial– un estado fallido. Junto a Cuba, Puerto Rico es la única Nación latinoamericana que prácticamente no ha tenido crecimiento poblacional en los últimos 30 años. En el caso de Puerto Rico, por el saqueo y la esclavización imperialista: ya en los `80 tenía la deuda externa per cápita más alta del mundo (hace 30 años que esto sigue siendo así y se ha agravado). Puerto Rico no tiene moneda propia, ni relaciones internacionales independientes, su economía está bajo completo dominio norteamericano, Puerto Rico ha sido el asiento de las corporaciones yanquis más contaminantes. Puerto Rico no sólo es parte del ´patio trasero´ yanqui. De aquí partieron “gran parte de las tropas que invadieron la hermana República Dominicana …, gran parte de los integrantes de los Cuerpos de Paz. a través de la CIA, se entrenaron en Puerto Rico para luego ir a distintos países latinoamericanos. Los norteamericanos llegaron hasta excluir a Puerto Rico del Tratado de Desnuclearización de Tlatelolco, firmado por varios países latinoamericanos. Puerto Rico es un arsenal de bases nucleares en el mismo corazón de América Latina” (Rubén Berríos Martínez, en Puerto Rico, Una crisis histórica, Clacso, 2017). Puerto Rico fue "conejo de indias" de los planes yanquis de anticoncepción desde los años ´60 (lo que llevó a choques con la iglesia).
A diferencia de Cuba, donde los yanquis hasta la revolución de 1959 prácticamente habían afianzado el monocultivo azucarero y no dieron lugar a ninguna industrialización; Puerto Rico, que también era un segundo "paraíso" de cañaverales latifundarios e ingenios en poder de corporaciones yanquis desde inicios del siglo XX; a partir de la II Guerra Mundial las anteriores proceden a fuertes inversiones industriales. Puerto Rico conocerá así una "era de prosperidad" que coloca a la isla como “modelo” en América Latina. Es en este período y hasta mediados de los ´60, que toda una generación de nacionalistas son cooptados hacia posiciones pro-anexionistas y/o favorables a preservar el estado colonial. En 1952 se aprueba "democráticamente" la condición de “estado libre asociado”, una suerte de ciudadanía de segunda. Aunque este proceso llega hasta el presente, no tiene ni remotamente las bases de otrora: las ilusiones de una integración económica, especialmente en el movimiento obrero, se desvanecieron hace tiempo. Desde mediados de los años 50 Puerto Rico expulsa en masa a su población explotada.
Puerto Rico estalla como un eslabón débil de la opresión imperialista del subcontinente. Es obvio que no es el único, especialmente en Centroamérica. La rebelión puertorriqueña empalma con la de Nicaragua, Costa Rica y Haití y con la pavorosa destrucción de fuerzas productivas de toda la subregión. Es la antesala de una rebelión en ciernes a escala de toda América Latina.
Conciencia política y programa
El movimiento obrero puertorriqueño tiene una particularidad única. Se forjó bajo el modelo de la AFL norteamericana en su época de ascenso y radicalización a inicios del siglo XX. El anarcosindicalismo boricua veía con mejores ojos la experiencia de conquistas de los trabajadores yanquis que la de sus pares del continente. Esto escindió al movimiento obrero boricua del latinoamericano; y peor aún prefiguró posturas sectarias/reaccionarias de sectores del movimiento obrero frente al movimiento nacionalista. Aunque esto es pasado, pesa aún en la conciencia de las organizaciones obreras hoy burocratizadas.
El programa que enarbolan ahora las organizaciones sindicales y políticas de Puerto Rico es lastimoso: se limitan prácticamente a reclamar la renuncia del gobernador y a abrir un proceso de destitución en términos institucionales, en caso de que Roselló no renuncie. Pero la situación en la calle es otra: "La crisis estalló con esta administración, pero estamos indignados con todos los partidos. Esta molestia viene de muchos años” dice una manifestante. Las pancartas eran elocuentes: “Ojalá nuestros 4,645 muertos te jalen las patas”, “Nos enterraron, pero éramos semillas”.
La dirección de la izquierda boricua es escuálida. Sufrió años de persecución y está semidiezmada. ¿Qué hacer entonces? En primer lugar, hay que sacar las debidas conclusiones. La crisis puertorriqueña es terminal y reclama una reorganización nacional y social de arriba abajo. Se impone el reclamo de una Asamblea Constituyente elegida desde abajo, soberana, con poder. El denominador común de todos los planteos enarbolados por la izquierda de Argentina, por ejemplo, evitan este problema. Pero lo que está planteado es el problema del poder. La catástrofe de la opresión nacional y social de Puerto Rico es la misma que la de todo el continente.
Puerto Rico tiene una legislatura fantoche que formalmente elige un gobernador que en la práctica ejerce poderes solo formales. La mayoría de los partidos políticos de la isla están enfeudados a los dos partidos mayoritarios norteamericanos. Trump ha echado leña al fuego de la crisis atacando al gobernador cuestionado porque cuenta con ataduras con los demócratas. Los demócratas a su turno están divididos en apoyar a Roselló o en buscar un recambio. La crisis capitalista se manifiesta en todos los planos. El propio imperialismo carga leña al fuego mientras Roselló echa lastre (renuncia parcial de funcionarios cuestionados) y ni remotamente baja la marea.
El deber de la izquierda latinoamericana y mundial es abrir un cauce a la lucha democrática del pueblo boricua. Por una Asamblea Constituyente democrática y soberana, por la independencia nacional de Puerto Rico. Hay que abrir una movilización continental en defensa de Puerto Rico, contra el cerco imperialista a Cuba y Venezuela. Hay que llamar ya en Buenos Aires a una gran movilización de apoyo al pueblo de Puerto Rico. ¡Viva la lucha de los trabajadores puertorriqueños!
Si se tiene presente la amenaza inminente de una intervención yanqui-británica de proporciones en el estrecho de Ormuz, en el Golfo Pérsico, la necesidad de golpear a l
os yanquis en su patio trasero se hace más necesaria que nunca. La campaña electoral en curso en Argentina debiera ser para la izquierda una tribuna en defensa de Puerto Rico insurrecta y de todos los pueblos explotados. ¡Abajo el imperialismo mundial!
Norberto Malaj, 22-7-19
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