En una nota reciente
dábamos cuenta de la crisis social que golpea a los barrios del
conurbano. No se puede entender de otra manera el brote de
tuberculosis iniciado en Berazategui.
La llamada “enfermedad de
la pobreza” crece de la mano de la miseria.

La pobreza no es sólo
un número.
Al contrario, tiene nombres y apellidos. Miles de comedores populares
a lo largo de la Argentina se encuentran en una situación de
absoluta crisis: la cantidad de chicos que se alimentan de la vianda
de los comedores se multiplica día a día. Según relatan varios diarios,
los comedores de la Ciudad de San Martin pasaron de recibir
doscientos niños
por día a más de mil en la
actualidad.
Viviana
Sosa se dedica voluntariamente a cocinar en un comedor popular frente
al Río de Quilmes. Su
comedor fue conformado por militantes del cristianismo evangélico.
Sin embargo, mientras el Estado nacional subsidia millonariamente a
las grandes iglesias y a curas acusados de pedofilia en todo el
mundo, aquellos creyentes que apelan a la religión como forma de
darle una salida a los niños son absolutamente olvidados por el
gobierno. Ninguno de los cientos de comedores populares evangélicos
recibe un peso. De hecho, casi ningún comedor popular recibe un
centavo en la Argentina. Los alimentos son donaciones de vecinos y
creyentes. Quienes
cocinan y sirven
lo hacen por pura voluntad.

Pero
lo que sucede en los comedores sucede en todos los aspectos. En las
escuelas de Quilmes y Berazategui el gobierno de Vidal acaba de
recortar el jamón del sandwich que ahora pasa a ser solo de queso
¿qué niño puede tener nutrientes suficientes alimentadose así? Ni
hablar de los miles de niños que solo pueden comer en la escuela. Si
antes pedíamos libros y materiales de educación de calidad, ahora
la lucha es elemental: alimentarse.
Como
se ve, mientras el gobierno le paga cientos de miles de millones al
FMI, miles de niños lloran por un pedazo de pan. Es evidente que ninguno de los
candidatos en las elecciones tenga un plan para sacar a
la Argentina de la miseria en la que la han sumido. Por eso, como
Viviana y tantos otros, la tarea es tomar la lucha en nuestras manos.
Exigimos
subsidios para la comida de todos los niños, puestos de trabajos
para los padres desocupados y apoyo a todos los comedores populares
del país. Organicemos asambleas y movilizaciones en todos los barrios del Conurbano ¡Con el hambre no se jode!
Tomás Ridel
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