Diga lo que se diga, la izquierda es lo que es, ni más ni menos. Pero lo que es, se conforma en la lucha. En la teoría, ser de izquierda es bastante fácil. Se enumera una serie de ítems que aquejan al pueblo, se pone una conclusión más o menos revolucionaria y se llama a la unidad de los trabajadores. Hago una página web, publico el texto y digo "mirá, mirá, soy de izquierda". Otro le responderá: "pero cómo decis que sos de izquierda si le bancaste el gobierno a Macri hasta el final" y el izquierdista pseudo teórico entonces muy confiado en su serie de ítems copiará el link de la nota en su Facebook y dice "vos decí lo que quiera, acá mi prensa dice que el partido apoya a los trabajadores". Y así...
Ooootra cosa es ser de izquierda en serio, ser teórico de verdad y defender la teoría con el cuchillo entre los dientes. Dígase: la teoría es el reflejo de la orientación práctica y no al revés.
Se dice del Nuevo MAS "ah, pero ellos no ven la crisis humanitaria que atravesamos y están en a favor de la presencialidad". Entonces, parecería que listo, la teoría derramó toda posibilidad de discusión. En cambio, comprendiendo la minoría en la sociedad que aún expresa el programa histórico de la cuarta internacional entre el proletariado, defendiendo la más estrecha democracia entre las filas obreras y dejando en su prensa con una calidad para la historia que entiende al "grupo de Altamira" como una verdadera tendencia mayoritaria al interior del Partido Obrero, demuestra que valen más los pasos adelante infinitos de las compañeras de Las Rojas a la cabeza de cada movilización popular en la Argentina, con su megáfono en mano, que los entredichos de cualquier teórico de turno. Y digo de turno, porque de moda, ni eso.
Se dice, ah, pero son democratizantes. Y lo dicen porque el MAS hizo campaña electoral con una realidad cruda a los ojos de cualquiera: en el país que había conmocionado al mundo entero con sus pañuelos verdes, no había ninguna candidata femenina entre las listas de la burguesía y la única mujer candidata a gobernar el país era Manuela Castañeira. Gustése o no, las realidades, realidades son.
El nuevo intento de fusionar las tradiciones históricas del morenismo y el altamirismo argentinos, en algo que supere todos sus vicios y le ofrezca a las masas oprimidas de América Latina un camino claro y consiso que lo lleve a revolucionar la sociedad en la que vive se da en un contexto excepcional. La concentración mundial de poder del Big Pharma, Sillicon Valley y Wall Street, en vez de expresar una etapa de poder supremo del Capital, expresa su decadencia. Recuerda a la época que los historiadores marxistas calificaron como las del "Estado Absolutista" cuando la concentración absoluta del poder entre los reyes no expresaba su poderío, sino, al contrario, la declinación del régimen señorial de la Edad Media. Obsérvese que del poder despótico de Carlos I no surgió una sociedad aún más atrasada que el feudo sino la fuerza que elevó a los levellers a dirigir la revolución inglesa de 1640.
Si es por hablar de adaptación a la pequeña burguesía, allí está la cuestión de las cuestiones. Las turbulencias cotidianas de la crisis inédita a la que asiste la sociedad tienden a desintegrar a las clases sociales y, entre ellas, toda una clase social histórica mundial va a la quiebra. La concentración económica, pero sobre todo política de la planificación productiva, es la expresión del desgaste histórico de la dominación local de la burguesía y, más a la izquierda o más a la derecha, caen los títeres del imperialismo en toda la plenitud del globo terráqueo. Una guerra descarnada por la contención del poder en cada nación, por el monopolio de los mares, por la cotización de las materias primas y hasta por las patentes de los medicamentos y las vacunas distorsiona a la pequeña burguesía, a las burguesías nacionales y al imperialismo a ofrecer cualquier esperanza de progreso en la tierra. O la sociedad vira a la esperanza secular y espera la salvación definitiva de un Mesías que libere el espíritu o, en cambio, vira a tomar el destino de la sociedad en sus propias manos. Si es por el camino que está tomando la Colombia del amor eterno a jesucristo, me inclinaría a pensar que antes del bautismo celestial, el pueblo tendrá el de fuego. Si es por la historia universal, hasta el imperio romano cayó.
Hay que voltear la presencialidad porque es la punta de iceberg de un régimen que buscará adaptarse a vivir con el coronavirus. La prensa internacional cita a Piaget: "el ser humano suele adaptarse a vivir con nuevas enfermedades todo el tiempo" (Buenos Aires Times, Sábado 24 de Junio). Mientras le niegan la cuarentena al pueblo, ya sea mandándolo a trabajar a riesgo de contagio o condenándolo al hambre, preparan un régimen donde la muerte del obrero es una naturalidad cotidiana de la sociedad. Es evidente que se han pasado de la raya.
Del otro lado la clase obrera responde. Que lo empiece a hacer en las urnas no sería una novedad luego de haber ganado las elecciones de Salta Capital en 2013, justamente allí donde la oligarquía más presiona con sus posiciones derechistas, sus prejuicios patriarcales y la represión al pueblo que lucha. La desintegración también cuenta por parte de las mineras internacionales, las tabacalares y los pulpos como Ledesma cuyo negocio del Siglo ha sido, nada menos, que aprovecharse de las condiciones sociales del pueblo norteño, destruir la naturaleza autóctona y generar las condiciones para la expansión de pandemias respiratorias a las que el ser humano llega con bosques quemados para sembrar soja. Los progresos políticos de la clase obrera expresan la consciencia de una etapa histórica sin precedentes en el que las energías más variadas de los explotados ejercerán la fuerza centrípeta de las revoluciones más maravillosas a las que asistirá nuestra especie.
Señorx Salteñx
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